28 de junio de 2017

PATRIARCADO, CAPITALISMO Y VIENTRES DE ALQUILER

Sarai dijo a Abram: 
- Mira, el Señor me ha privado de tener descendencia. Toma, pues, mi esclava, y quizás gracias a ella podré tener algún hijo.  (Génesis 16: 2). 

Actualmente se ha abierto un debate a raíz de la cuestión de los vientres de alquiler. Un tema que, a pesar de las Innovaciones Tecnológicas que conlleva, en el fondo no es tan nuevo como parece.

Este pasaje del Génesis, que según a los eruditos, fue redactado en el primer Periodo persa (finales del siglo VI a.c.) obviamente no es un texto histórico, pero dado que todo texto escrito nos habla, directa o indirectamente, de la sociedad y la época en que fue redactado, sí que lo es de un gran valor historiográfico y antropológico.

 Y, dicho sea de paso, dado que tampoco es nada nuevo hacer un uso ilícito de la Historia, sea humana o divina, real o inventada (o adaptada) para tratar cuestiones políticas, parece que este relato, curiosamente similar a historias que se remontan a la dinastía XVIII de la del antiguo Egipto, reapareció en un momento sospechosamente oportuno para resolver (o profundizar), después del cautiverio en Babilonia, tensiones entre terratenientes judíos para trazar su derecho de tierra mediante el supuesto linaje de su "padre Abraham", que se convirtió en el primer gran Patriarca de las tres Principales religiones monoteístas. 

Y es que de patriarcas y patriarcado también va la cosa.  Si bien el capitalismo cumple más de doscientos años, el patriarcado, del que históricamente se ha utilizado de forma oportunista, hunde sus raíces en los orígenes de la propiedad privada, allá por neolítico. 

Una sociedad patriarcal basada en la propiedad privada de la tierra y del ganado, pero también de las personas (esclavos) y, tal como su nombre indica, en la subyugación de la mujer. 

Es importante recalcar el hecho de que, uno de los factores determinantes en la opresión de la mujer en las sociedades patriarcales, se encuentra en los derechos de herencia y la necesidad del hombre, el poseedor de la riqueza (cuando se posee) de asegurarse de que los bienes se traspasan a la propia descendencia. Cosas del linaje. 

Y es que de la sumisión a la mujer, de la posesión privada de un cuerpo y de la transmisión de la herencia genética, va también la llamada gestación subrogada.

En cuanto al capitalismo, un sistema basado en la explotación de la fuerza de trabajo, se sabe que el núcleo de sus relaciones es la mercancía. Se define como mercancía todo aquel bien material que se produce en masa, se destina a la satisfacción de las necesidades humanas, y no se crea para el autoconsumo, sino para el intercambio. Toda mercancía posee un valor de uso y un  valor de cambio. 

El proceso de mercantilización del capitalismo, tras convertir en mercancía el trabajo humano, el tiempo y cada vez más recursos naturales, utiliza las nuevas tecnologías para crear nuevas mercancías (y potenciar nuevas necesidades) con precios de mercado. 

Una de las características del mercado es la homogeneización de las mercancías, o cómo éstas se igualan según su valor de cambio. Así, cincuenta euros dan igual para un libro de biología, un juego de cartas del tarot, medio gramo de cocaína, un revólver, un curso de literatura, un peluche o media hora de sexo. 

A diferencia de anteriores modelos de producción, aquí no existen barreras infranqueables entre mercancías, detrás de las cuales se encuentran ocultas todo un complejo mundo de interacciones sociales. 

De este modo, la superstición queda al mismo nivel que la ciencia, el rumor al mismo nivel que la noticia contrastada, los vicios se igualan a las virtudes y la ética a la corrupción. La única diferencia es el precio. Después de abrir la veda a las patentes de seres vivos, ahora, del cuerpo de las mujeres han encontrado un nuevo valor de uso para mercadear: La maternidad. 

Es un valor de uso especial que tiene la misma calidad que otra mercancía también especial, la fuerza de trabajo. Ambas tienen la capacidad de crear valor produciendo nuevas mercancías. En este caso, hablamos de los bebés. 

La diferencia entre la fuerza de trabajo como mercancía, que es la única posesión que tenemos los trabajadores fuera de nuestro cuerpo para alquilar a cambio de un sueldo, aunque para ello tenemos que poner en marcha nuestros músculos y nuestro cerebro a veces hasta límites extenuantes, es que es el propio cuerpo, en este caso el de la mujer, lo que se transforma en mercancía. 

El origen de esta nueva mercancía se encuentra, en la mayor parte de los casos, en la necesidad, en la expulsión de muchas mujeres del mercado del trabajo, la pobreza y la falta de perspectivas. No nos engañemos. Lo de la maternidad subrogada sirve para que familias que se lo pueden permitir, compren los vientres de las mujeres, generalmente de países desfavorecidos, para poder tener hijos mediante sus cuerpos y para el enriquecimiento de grandes compañías del sector sanitario. 

Una característica que estos hijos deberán tener es la misma herencia genética de al menos uno de los miembros de la pareja compradora. En caso contrario, el eufemismo "maternidad subrogada" ya no se podría usar y debería hablar, simplemente, de compraventa de bebés. 

Y en el caso de las parejas heterosexuales, apostaría lo que fuera a que generalmente, siempre que sea posible, lo que se priorizaría serían los genes del hombre.  ¿No encontramos aquí una reminiscencia de la mentalidad patriarcal más arcaica? Por otro lado ¿Alguien se ha parado a pensar lo que supondría si durante el embarazo se detectara alguna anomalía en el feto?  ¿Quién tendría derecho a decidir sobre el aborto?  ¿Y si la anomalía se detectara una vez hubiera nacido el bebé?  ¿Hay algún tipo de seguro de reposición de la "mercancía defectuosa"?   

Para poder pensar como mujeres y hombres libres, primero debemos aprender a identificar qué ideas son condicionadas tanto por parte del patriarcado como para la economía de mercado, para determinar cuáles son los pensamientos propios y cuáles son inducidos. Así, encontramos que en nombre de las supuestas libertades individuales y de mercado, muchos han llegado a creer que ser padres y madres es un derecho, sobre todo si se tiene dinero para pagarlo. 

Y el hecho de que una mujer decida o no alquilar su vientre por dinero, es una opción libre e individual.  Supongo que sí, que muchas de las mujeres que entregan sus vientres en alquiler, con todo lo que ello conlleva tanto física como psicológicamente, disfrutan de las mismas libertades y opciones que se supone disfrutó también la esclava de Abraham para poder decidir entre complacer a su dueño o bien huir en medio del desierto, lo que, después de haber parido, es lo que parece que finalmente tuvo que hacer. 

Pero la realidad es que quienes realmente tienen derecho a ser acogidos y queridos, ya sea por dos padres, dos madres, un padre y una madre o una familia monoparental, son los niños. 

Además de la salud de las mujeres y su derecho a disfrutar del propio cuerpo sin tener que venderlo, ni entero ni por partes, el bien más valioso a proteger son los derechos de los niños. 

Mientras algunos se empeñan en ser padres y madres a toda costa, comprando vientres sin tener en cuenta ningún criterio ético, y a ser posible, con los propios genes (como si tuvieran algo especial) se calcula que cerca de trece millones de niños y niñas en todo el mundo son huérfanos de padre y madre. 

Muchos sufren todo tipo de abusos y / o se pudren en orfanatos infectados de países subdesarrollados, y en algunos no tanto subdesarrollados. 

Más de ciento cincuenta millones de menores de edad, según datos de Naciones Unidas, malviven en las calles víctimas de la violencia, las crisis familiares, el alcohol, las drogas ... Las guerras y la crisis migratoria no hacen más que empeorar la situación.  

De nada sirve hacer ninguna denuncia si no se acompaña con políticas efectivas que fomenten y faciliten las adopciones y las familias de acogida y se den las ayudas necesarias a los niños y a las familias que estén dispuestas a adoptar y / o acoger, del tipo de familia que sea, incluso también a las de clase trabajadora (en tema de adopciones se habla de muchos colectivos, pero de nosotros los trabajadores, no mucho), siempre con todos los controles y las garantías que sean necesarias para asegurar la total cobertura de las necesidades de los niños y el cumplimiento de sus derechos. 

Escrito por Joan López. 
Militante del P.S.C. de la Agrupación Socialista de Sant Cugat del Vallès. (Barcelona). 

(Traducido del catalán por J.Martín Rodríguez).

Fuente: https://pscmarxistes.wordpress.com


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