31 de agosto de 2016

Las leyes contra el Burkini en Francia.



La escena no puede ser más sórdida. Ocurre en una playa de Niza, en la glamurosa Costa Azul. La policía francesa obliga a una mujer musulmana a despojarse de su túnica. Puede que también le hayan puesto una multa, en estricto cumplimiento de la legislación que, en más de una docena de municipios franceses prohíbe el uso del burkini en sus playas. A su alrededor, algunos la increpan con gritos de “vuélvete a tu país”. La mujer ya está en su país. La mujer es francesa. Su hija, superada por los acontecimientos, llora atemorizada, quizá también avergonzada por esta grotesca situación.
En todo caso, la mujer se ha quitado ya la túnica. Debajo lleva una camiseta negra, de tirantes y unos leggins. A juicio de los policías presenta ya el aspecto adecuado para disfrutar libremente de un soleado día de playa. Los agentes se van, con la satisfacción del deber cumplido. Ni un solo gramo de libertad ha ganado el pueblo francés, ni mucho menos las mujeres tras esta actuación policial. Si acaso, algunos elementos racistas y xenófobos sacan pecho con satisfacción, sintiéndose amparados por el Estado, y miran con desprecio a la familia musulmana. A la madre, a la niña, al resto del grupo.
Pese a lo que pretenden hacernos creer, las leyes que prohíben el burkini no son progresistas. No pretenden velar por la libertad de las mujeres. Tampoco solucionar ningún problema de orden público. No nacen de ninguna reivindicación popular, ni son una demanda mayoritaria. Las leyes que prohíben el burkini, como sus antecesoras de 2004 y 2010, forman parte de una estrategia política más amplia. La de señalar a un grupo social (en este caso la comunidad musulmana), estigmatizándolo mediante el sistema de proscribir determinadas actuaciones o comportamientos propios de dicho grupo, que en si mismos no suponen ningún delito. Es un paso necesario para construir el mito. El mito pagano. El mito judío. El mito musulmán. El chivo expiatorio, tan oportuno para desviar la atención de los problemas reales, los que provocan los capitalistas con su insaciable codicia, con su obsesiva búsqueda de beneficios a cualquier precio.
Porque, a la vez que la burguesía francesa extiende los prejuicios sobre la comunidad musulmana en su conjunto, en nombre de los “valores laicos y republicanos”, el Estado francés recorta derechos laborales y sociales y endurece la represión sobre los activistas, el movimiento obrero, los estudiantes… El objetivo es siempre el mismo: debilitarnos, dividirnos, enfrentarnos… y su justificación absoluta la amenaza terrorista que se cierne en torno a nosotros. Y es cierto que el terrorismo yihadista golpea cruelmente en Europa (y más cruelmente aún en el continente africano o asiático) pero no lo es menos que muchos de los grupos que lo practican no se sostendrían ni diez minutos sin el apoyo económico y logístico de las democracias occidentales, o de gobiernos títeres, como el de Arabia Saudí o el de Turquía. Y que este apoyo viene determinado por los intereses económicos en juego.
Y como históricamente los avances en los derechos de las mujeres han venido de la mano de los avances económicos y sociales del conjunto de la sociedad, fruto de una lucha descarnada contra las oligarquías de la zona, los gobiernos occidentales se han posicionado siempre con los poderosos para preservar sus intereses. Así fue, por ejemplo, con la victoria de los talibanes en Afganistán, apoyados por los Estados Unidos, que liquidó los avances de la revolución Saur de 1978, sumió al país en la barbarie y determinó, entre otras cosas, la imposición del burka o la prohibición de estudiar a las niñas.
Contra la opresión del integrismo islámico la lucha de las mujeres en estos países ha revestido en ocasiones un carácter heroico. Arriesgando su integridad física y su vida, mujeres feministas, militantes de la izquierda, activistas en general, denuncian su situación y luchan por recuperar el espacio público del que las han excluido, por conquistar el control sobre sus vidas y sus cuerpos. En esa lucha nos reconoceremos siempre los revolucionarios de todo el mundo.
Pero las leyes recientemente aprobadas en Francia, y otras muchas en el resto de Europa que implican una clara discriminación contra los musulmanes nada tienen que ver, como decimos, con una voluntad emancipadora, sino todo lo contrario. Su aplicación no libera a las mujeres musulmanas, sino que segrega a muchas de ellas, apartándolas del espacio público, y las señala y estigmatiza a todas. Y esto favorece la extensión de los prejuicios xenófobos, y apuntala el ascenso de la extrema derecha. Por este motivo, oponernos a estas leyes y combatir cualquier tipo de discriminación contra las minorías en los países occidentales es también una obligación ineludible para los trabajadores en general y para la izquierda en particular.
Luchar contra la opresión integrista en Asia o en África, y contra las conductas racistas y xenófobas y la legislación que las alienta en Europa es, por tanto, una y la misma cuestión. Una cuestión de clase. 
Escrito por Mónica Iglesias.

29 de agosto de 2016

EL BUEN SOCIALISTA.

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El buen socialista abraza y defiende sus ideales no sólo por sentimiento y espíritu de protesta contra las injusticias sociales, sino por reflexión y convencimiento profundo, lo que vigoriza su espíritu de abnegación y sacrificio para soportar, estoicamente los atropellos e injusticias del régimen actual, y fortalecer su voluntad a fin de hacer frente y vencer las innumerables dificultades y obstáculos que le salen al paso en la lucha política de todos los días.

El buen socialista comprende que la gran transformación social a que aspira no puede realizarse súbitamente, por un golpe de mano, sino por etapas, por revolución progresiva y que su deber es impulsar esa evolución con perseverancia e inteligentemente, y apresurar el momento de su completa emancipación.

El buen socialista no propugna la violencia como sistema, prefiere la actuación legal, pacífica, pero al mismo tiempo sabe que debe estar siempre dispuesto a luchar contra el fascismo cualesquiera que sean sus manifestaciones y color, y sacrificar, si es necesario, su libertad, su vida hasta vencerle.

El buen socialista no es infalible, se equivoca como todos los hombres, pero reconoce su error y lo rectifica sin sufrir mortificación alguna de su amor propio.

El buen socialista tiene noción exacta del cumplimiento del deber en el Partido, Sindicato, taller, obra y oficina.

El buen socialista es enemigo de la guerra porque ésta destruye la civilización, realiza la selección al revés y es el agente más eficaz de desmoralización de la humanidad.
El buen socialista respeta y admira a los correligionarios que, por sus condiciones excepcionales, se distinguen en la defensa de los intereses de la clase obrera, pero no se suma a ninguna bandería ni hipoteca su opinión, sino que examina, analiza los problemas y resuelve con absoluta independencia de criterio.

El buen socialista no es un fanático que se aferra al todo o nada; tiene flexibilidad mental y de espíritu para adaptarse a las imposiciones de la realidad, siempre en favor de los trabajadores y de su país, sin claudicar por ello de los principios socialistas.

El buen socialista es respetuoso y tolerante con el criterio ajeno y evita las intemperancias que puedan hacerle antipático a él y al Partido donde está afiliado.

El buen socialista no es vengativo sino justiciero.

El buen socialista observa en todo momento una conducta moral en su vida privada o pública en armonía con las ideas que profesa, y da prestigio a su persona y a su Partido.

El buen socialista sabe diferenciar los fines que persigue  el socialismo y otras comuniones políticas, filosóficas o religiosas y tiene el convencimiento que es el llamado a realizar la transformación del régimen capitalista en otro de verdadera democracia económico-social, y que sin ésta no es posible la democracia política.

El buen socialista no defiende sus ideas a base de injurias, calumnias ni ofensas personales contra el adversario político; es comprensivo y tolerante con las ideas ajenas, ya sean políticas, económicas, filosóficas o religiosas, y observa con él relaciones correctas, sin debilitar ni ceder, por ello en sus convicciones.
El buen socialista no es versátil, sino consecuente, porque antes de realizar sus actos los medita y los reflexiona.

El buen socialista no habla, ni escribe para halagar a la clase obrera, sino para convencerla, exponiéndole la verdad aunque no le guste.

FRANCISCO LARGO CABALLERO.  (Sindicalista y Político histórico. Dirigente del PSOE y UGT. Durante la II República fue Ministro de Trabajo y Presidente del Gobierno.




26 de agosto de 2016

U.G.T. denuncia abusos, explotación y corrupción en contratos y horas extras.


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La U.G.T. por medio de su Secretaria Ejecutiva Confederal, Isabel Araque, denuncia que  los trabajadores dejaron de percibir 12.500 millones de euros por las horas extras no pagadas.  La compañera Isabel “considera que la reforma laboral aprobada por el Gobierno PP en 2012 ha facilitado la explotación laboral y la realización de horas extras NO pagadas”.  Los datos ofrecidos por el Sindicato son escandalosos y muestran el incremento del grado de ilegalidades, abusos y corrupciones que los empresarios cometen contra la clase trabajadora, dado que “las horas extras no pagadas han crecido un 33,5 % (797 millones de horas extras no pagadas en este periodo), desde el 2010 al 2015.

Esa situación representa una estafa continuada a las arcas de la Seguridad Social y a los trabajadores, que  se calcula en “unos 3.500 millones de euros en forma de cotizaciones no pagadas”, que repercuten en la disminución de las prestaciones sociales a los asalariados y las pensiones, por el ansia de explotación de parte del empresariado, achacando ese brutal aumento de las horas extras no pagadas a varias circunstancias claves:

1)    “La presión que ejerce el elevado desempleo sobre los trabajadores y trabajadoras, que hace que se vean obligados a aceptar condiciones laborales cada vez más desfavorables, por el miedo a no salir de la situación de desempleo o a caer en ella”.
2)    “Los sucesivos cambios en la normativa laboral que han ido dando más poder de decisión a los empresarios, y sobre todo, la reforma laboral del gobierno del PP de 2012, que desequilibró la correlación de fuerzas en la negociación colectiva de manera drástica”.
3)    “El auge del contrato a tiempo parcial durante la crisis, que con la regulación dada por la reforma laboral de 2012, permitía la realización de horas extras, con lo que muchas veces, un contrato de jornada parcial encubría jornadas casi idénticas a las de un contrato a jornada completa. En diciembre de 2013 se produjo un cambio normativo por el cual se prohibieron las horas extras,  en la contratación a tiempo parcial,  pasando a regularse las denominadas “horas complementarias”, que son pactadas de antemano en el contrato. Esto ha podido desincentivar la utilización del tiempo parcial de una manera abusiva como hasta 2013”.

En dicho informe se desmiente que las horas extras sean sinónimo de flexibilidad laboral, sino que “tienen que ver con el abuso empresarial y la explotación laboral” porque “ninguna norma exime a los empresarios de retribuir el exceso de jornada que realizan los trabajadores. Todas las horas trabajadas deben pagarse”.  También critica UGT que “durante etapas de crisis y de elevado desempleo”, como el que vivimos desde 2008, la inseguridad que perciben los trabajadores aumenta, y por eso hay empresas que se aprovechan de ello para exigir condiciones laborales que entran de lleno en la ilegalidad”.

La crisis capitalista que a escala mundial padece la clase trabajadora, demuestra que la patronal no renuncia por las buenas a la explotación que les reporta una mayor tasa de ganancias, para que el trabajador pueda vivir mejor, sino que los sindicatos deben servir para exigir el cumplimiento de las leyes, cambiando el sindicalismo de pactos y despachos por un sindicalismo de lucha, democrático y  reinvindicativo, pasando a la ofensiva en unidad de acción entre UGT,CCOO,CGT, SAT, S.E. y demás sindicatos de clase, porque  sabemos que con el PP, ha sido la burguesía la que  se ha beneficiado de esta crisis, cargando los costos sobre los bolsillos de los asalariados y necesitamos frenarlos para revertir la situación.   Sin luchas, la patronal nunca va a cumplir y no lo harán porque el capitalismo es injusto y corrupto por naturaleza, a la vez que está obsoleto y decadente, pero ante un gobierno que les sirve de maravillas, con la Ley Mordaza y las leyes reaccionarias de la Contra-Reforma Laboral,  muchos trabajadores no denuncian estas irregularidades y abusos por el miedo a perder el puesto de trabajo.  La defensa sindical de los derechos del trabajador debe ser colectiva y firme.

Porque la riqueza que se produce en las empresas es producto del trabajo colectivo de la mayoría que es la clase trabajadora, pero la propiedad de esos medios de producción, no va a los que realizan el esfuerzo en cada puesto de trabajo, sino al lucro privado de un puñado de capitalistas, cada vez más egoístas, corruptos y explotadores, que utilizan todos los recursos legales,  alegales e ilegales para incrementar al máximo sus ganancias, a la vez que especulan con inversiones que no incrementan suficientemente los puestos de trabajo que se necesita para atender al “ejercito laboral de reserva que se cronifica” , cuyo excedente hace caer a la baja los salarios.  El otro día, una vecina de mi barrio, me comentaba que la hora de trabajo como limpiadora había caído brutalmente y de 6 a 8 euros que cobraba hace unos años, ahora le pagan a 2 euros y encima, no encuentra lo necesario para sacar ni el sueldo base que está en 655,20 € al mes.

Bajo el capitalismo no hay salida para la humanidad; la solución a tanta miseria, paro, explotación y opresión de unas personas por otras será el socialismo, con democracia y planificación, pasando por expropiar las grandes palancas de la economía en manos de esa minoría parásita y corrupta, empezando por la banca y el sector financiero en su conjunto, los grandes latifundios y los monopolios, para poner la economía al servicio de la población y bajo su control democrático. 

Esa sería la forma con la que se podría planificar científicamente la producción, para avanzar al socialismo y la democracia social, donde se utilizaría la tecnología ya desarrollada para reducir drásticamente la jornada laboral, repartiendo el trabajo equitativamente como un bien escaso y necesario para cada persona,  acabando con la degradación que representan las horas extras, que a veces como demuestra UGT, ni las pagan. Hay que pasar a la acción para poder participar colectivamente en las  tareas de control y gestión de la sociedad en todos sus ámbitos, político, social, económico y cultural, para controlarnos democráticamente unos a otros y erradicar los abusos, las ilegalidades y la corrupción, creando las condiciones materiales para un desarrollo equilibrado de las fuerzas productivas, desarrollando de verdad el Estado de Bienestar, para trabajar armoniosamente hacia la construcción de una nueva sociedad sin clases: La sociedad Socialista y Democrática.

J.M.R.
Afiliado a UJP-UGT. Málaga.
Adherido a la corriente Izquierda Socialista de Málaga-PSOE de Andalucía.





24 de agosto de 2016

Discurso pronunciado por Francisco Largo Caballero (*)


Resultado de imagen de Francisco Largo Caballero. UGT

 TRABAJADORES:

Sean mis primeras palabras, de salutación a todos los combatientes que luchan en España contra el fascismo y por la independencia de nuestro país, y un recuerdo de gran emoción para todos aquellos que han caído luchando por la misma causa. Este saludo y este recuerdo debemos dedicarlos todos a estos hombres, que combaten, como he dicho, por nuestra independencia, libres de muchos prejuicios y de muchas miserias humanas.

Os ruego que, a pesar de la multitud que aquí hay y de la incomodidad que tendréis todos por esta misma circunstancia, tengáis un poquito de paciencia. Yo procuraré tenerla también.

Ya hacia tiempo que no me ponía en comunicación, en reuniones públicas, con la clase trabajadora. Tengo que recordar, aunque sea incidentalmente, que la última campaña de propaganda que yo hice, fué la campaña electoral, con la cual se contribuyó grandemente al triunfo de las izquierdas frente al fascismo, que ya se estaba incubando en nuestro país. Recuerdo bien que en aquella campaña de propaganda eran tres o cuatro los puntos principales de que yo trataba: primero, la amnistía para todos aquellos hombres que estaban en las cárceles con motivo de los sucesos de octubre; segundo, un llamamiento a las mujeres españolas para que cooperasen al triunfo de las izquierdas; tercero, un llamamiento a los camaradas de la C.N.T. para que en aquella ocasión, dando de lado a ciertas actitudes que habían tenido hasta entonces, cooperasen al triunfo, y cuarto, que, a pesar de que en las candidaturas había muchas personas indeseables, los electores no mirasen las personas, sino las candidaturas. Así lo hicieron y por eso se triunfó.

Desde entonces han sucedido muchas cosas. Después, sabéis que se constituyó el Gobierno presidido por mí. Yo tuve interés en que ese Gobierno estuviera constituido por todos los elementos que luchaban en las trincheras. Me parece que nadie podrá negar el propósito de dar de lado muchos rozamientos, muchas cuestiones que había entre nosotros. Cuando constituí ese Gobierno, lo realicé con el interés de ganar la guerra. No hice exclusión de ninguno de los elementos que tenían hombres luchando en las trincheras: estaban en él las tendencias del Partido Socialista, los comunistas, los vascos, los catalanes, los republicanos, y, por fin, se logró que la C.N.T. hiciese un acto más de abnegación y entrase en el Gobierno, con lo cual se completó todo el cuadro antifascista dentro de aquel Gabinete.

EXPLICACION DE UN SILENCIO.
No os voy a referir ahora lo que ese Gobierno hizo. Lo reservo para otras conferencias, con lo cual contestaré a aquella campaña de injurias y de calumnias que quien es hoy todavía ministro de Instrucción pública tuvo el descaro de iniciar en un acto público. Muchos se habrán dicho: ¿cómo Largo Caballero no contestó a esas infamias? Ahora lo digo con franqueza: no porque no tenga qué contestar, sino porque para mí, por encima de esas miserias, estaba el ganar la guerra (muy bien; grandes aplausos), y no quería ir a la tribuna pública porque con ello podía, sin querer, contribuir a algo que pudiera perjudicar la marcha de la guerra. Unas veces, por la situación internacional. Era preciso que España saliera del pleito de la Sociedad de Naciones, para que jamás se pueda decir que ninguno de nosotros habíamos contribuido con nuestra palabra a que España no logre en Ginebra lo que tenía derecho a conseguir. Otras veces, por si se estaban haciendo operaciones en tal o cual frente, también callamos, para procurar que a esos frentes no llegase el eco de lo que se manifestase y que pudiera desmoralizar a los combatientes y perjudicar a la guerra. Os aseguro que uno de los mayores sacrificios que he hecho en mi vida ha sido guardar silencio durante estos cinco meses. Pero no me pesa, porque aunque los calumniadores y los difamadores hayan hincado sus uñas y sus dientes en mi persona, tengo la tranquilidad de conciencia de que mi silencio ha contribuido al bien de España y al bien de la guerra. (Muy bien; prolongados aplausos.)

EL POR QUE DE UNA CAMPAÑA.
Se dirá: ¿qué es lo que ha ocurrido aquí para que contra aquél a quien antes consideraban todos como un hombre representativo de la clase trabajadora se haya hecho esa campaña difamadora? ¿Es que Largo Caballero ha cambiado de ideología? ¿Es que Largo Caballero ha hecho traición? (Voces: ¡No!) Eso digo yo: que no. ¡Ah! Entonces, ¿por qué se ha hecho esa campaña? ¿Sabéis por qué? Porque Largo Caballero no ha querido ser agente de ciertos elementos que estaban en nuestro país y porque ha defendido la soberanía nacional en el orden militar, en el orden político y en el orden social. (Aplausos.) Y cuando esos elementos comprendieron, bien tarde por cierto, que Largo Caballero no podía ser un agente de ellos, entonces, con una nueva consigna, se emprendió la campaña contra mí.

Yo afirmo aquí que hasta poco antes de iniciarse la campaña se me ofrecía todo cuanto hay que ofrecer a un hombre que pueda tener ambiciones y vanidades. Yo podía ser el jefe del Partido Socialista Unificado; yo podía ser el hombre político de España; no me faltarían apoyos de todos los elementos que me hablaban. Pero había de ser a condición de que yo hiciera la política que ellos quisieran. Y yo dije: de ninguna manera. (Clamorosa ovación.)


Decía yo que tarde me conocieron. Podían haber comprendido desde el primer momento que Largo Caballero no tiene ni temperamento ni madera de traidor para nadie. Me negué rotundamente, hasta el extremo de que en alguna ocasión, en mi despacho de la Presidencia del Consejo de Ministros, tuve escenas violentísimas con personas representativas de algún país, que tenían el deber de tener más discreción y no la tenían, y yo les dije, delante de algún agente suyo, que por cierto desempeñaba entonces cartera de ministro, que Largo Caballero no toleraba injerencias de ninguna clase en nuestra vida interior, en nuestra política nacional. (Aprobación; aplausos.) Estas escenas violentas, que, como digo; tuvieron testigo que no sería capaz de negarlo, fueron el comienzo de la campaña en contra mía. La iniciaron contra Largo Caballero, pero viendo que esa campaña personal no les daba resultado, porque había muchos trabajadores que no comprendían cómo se podía hacer eso, mudaron de consigna y fueron contra la Ejecutiva de la Unión General, (UGT) pero al ir contra la Ejecutiva de la Unión General, contra quien iban principalmente era contra Largo Caballero. Ahora os explicaré lo ocurrido en la Unión para que veáis la injusticia, las falsedades y las maniobras de toda clase que se han producido para llegar a la situación en que estamos.

LA VERDAD DE LO SUCEDIDO.-
¿Por qué me he decidido a empezar a hablar? Este acto es el primero de la serie que pienso dar (aprobación) para enterar a España de la verdad de lo sucedido, y para que España comprenda quiénes son los que contribuyen con sus campañas a empeorar nuestra situación en todos los órdenes. Yo vengo a hablar aquí porque creo que no habrá ya nadie que pueda achacar a lo que yo manifieste en este acto lo ocurrido en Ginebra, que tenga el cinismo de decir que soy el responsable de lo sucedido allí. Creo que tampoco perjudico en estos momentos a la acción militar. Todos sabemos en qué situación estamos; aunque no nos lo digan claramente, aunque nos lo oculten, el que más y el que menos la sabemos.

Además, camaradas, yo vengo aquí a hablar porque veo que nuestro Partido Socialista y nuestra U.G.T. están en peligro, y quiero contribuir a salvar a este partido y a salvar a la U.G.T. de España. Lo que se pretende, para servir ciertos intereses políticos, es provocar la disidencia en el Partido Socialista y en la U.G.T. Pero yo lo he dicho y lo repito: Largo Caballero no provoca la disidencia en el Partido ni en la Unión General. El que quiera, que la provoque. Es decir: ya la han provocado, ya la han producido. ¡Largo Caballero, no!

¿Qué es lo que ha sucedido en la U.G.T. de España? Os lo voy a contar con la mayor brevedad posible. El origen de esta campaña contra la Unión arranca de la crisis política de mayo, crisis que yo tengo que declarar aquí que la considero como la más vergonzosa de cuantas he conocido en la Historia de España. Incluso con la monarquía, no he conocido yo una crisis que pueda sonrojar tanto como ésta a cualquier buen español. Aunque no entre ahora en muchos detalles, que ya lo haré en otra ocasión, debo manifestaros que esta crisis se provocó por los representantes del partido comunista en el Gobierno. El día anterior al planteamiento de la crisis, algunos periódicos madrileños anunciaban  ya acontecimientos políticos como resultado de aquel Consejo. En él, la representación comunista produjo el escándalo, pidiendo un cambio de política en la guerra y un cambio de política en el orden público. Ese era el pretexto, porque en lo que se refiere a Guerra, el partido comunista sabía, como yo, lo que ocurría, porque tenía representación en el Consejo Superior de Guerra. Y en la cuestión de orden público respecto a Cataluña, nosotros, como Gobierno central, no teníamos ninguna jurisdicción.

Fué un pretexto. En aquella reunión se me pidió a mí que el Gobierno disolviese una organización política disidente del partido comunista. Yo, que he sido perseguido con las organizaciones a las cuales he pertenecido y pertenezco, por los elementos reaccionarios de nuestro país, manifesté que, gubernativamente, no disolvía ninguna organización política ni sindical; que yo no había ido al Gobierno a servir intereses políticos de ninguna de las fracciones que en él había; que aquél que tuviera que denunciar hechos, que lo hiciese y los Tribunales serían los que interviniesen y disolvieran o no la organización, pero que Largo Caballero, como presidente del Consejo de ministros, no disolvería ninguna de esas organizaciones... (Grandes aplausos que impiden oír el final de la frase.)

Y antes de terminar el Consejo de Ministros, en vista de que no recibían satisfacción los proponentes, como si estuvieran en un Comité de pueblo o en un Casino, con la mayor irresponsabilidad, se levantaron los ministros comunistas y abandonaron el Consejo. En el acto, antes de levantarse, yo hice unas manifestaciones, y las manifestaciones fueron que me parecía un crimen que en aquellos momentos se plantease una cuestión política. Si eso se hubiera hecho pasados unos días, no tendría tanta trascendencia, pero en aquellos momentos yo lo consideraba como un crimen.

El hecho es que se marcharon y que yo tuve que dar conocimiento del asunto a quien debía hacerlo. Lo hice por la noche, y aquél a quien yo di cuenta me pidió, dada la importancia del asunto, unas horas para reflexionar. Y fui llamado al día siguiente, para decirme que la crisis no se plantease en aquel momento, puesto que había entre manos unas operaciones que pudieran hacer cambiar la faz de la guerra en España, y que había que hacer esas operaciones antes de producirse la crisis. Hechas las operaciones, podía plantearse. Me sometí, y dije: «no tengo inconveniente; la crisis, por mi parte, queda aplazada unos días; se van a hacer las operaciones y veremos lo que resulta». ¡Ah! Pero por la tarde me encuentro con que se presentan los ministros socialistas en mi despacho, y estos correligionarios fueron a comunicarme que la Ejecutiva Nacional del Partido había acordado que dimitiesen todos los ministros socialistas. Cuando yo oí esto, comprendí la jugada, y dije: «bueno, señores, pues ya daré conocimiento a quien tengo que darlo». Y, naturalmente, aquella decisión, no mía, sino de alguien que estaba por encima de mí en aquel momento, de aplazar la crisis para hacer unas operaciones, la impidió el Partido Socialista, por conducto de su Ejecutiva, poniéndose incluso frente a los deseos de aquél que deseaba que se aplazara la crisis.

Tuve que dar cuenta del nuevo hecho, porque si del Gobierno se marchaban los socialistas y los comunistas, no era posible aplazar la crisis. Existía, además, un gran interés por precipitarla, porque una de las cosas que me dijeron esos dos socialistas, fué que habían acordado dimitir y, además, que me rogaban resolviese la crisis con urgencia. Es decir, uno de los objetivos de la crisis —¡que tenía varios!— era impedir esas operaciones a que antes hacía yo referencia. Y, efectivamente, esas operaciones no se realizaron. Yo no sé el resultado que habrían podido tener, pero sí puedo echar la responsabilidad de todo esto a quienes las impidieron, porque si esas operaciones se hubiesen realizado, acaso España estaría en otras condiciones en el terreno de la guerra. (Muy bien.)

De esta manera se produce la crisis. Después, me encargaron otra vez, tras unas consultas, de formar nuevamente Gobierno. Yo hablé con todos, absolutamente todos, y, como siempre —porque a estas triquiñuelas de política burguesa en seguida nos adaptamos—, todos dieron buenas palabras, todo el mundo se ofrecía, pero en cuanto salían del despacho del jefe del Gobierno se ponían de acuerdo para poner toda clase de inconvenientes. Recuerdo bien que una de las condiciones que a mí me ponía el partido comunista para colaborar en el Gobierno que estaba encargado nuevamente de formar, era que yo no fuese ministro de la Guerra. Yo les objetaba: «¿qué fundamento tenéis para esto?» «Que el Ministerio de la Guerra y la Presidencia es muchísimo trabajo (risas), y no conviene que tengas tanto trabajo» (más risas.) Yo les dije que no me parecía un fundamento verdadero y sólido, porque quien tenía que examinar eso no eran ellos; era yo. Agradecía íntimamente el buen deseo (siguen las risas), la buena voluntad que tenían de quererme descargar del trabajo que sobre mí pesaba... Pero no era eso; era algo de lo otro que os decía antes. Si hoy no puedo entrar en detalles, ya lo haré en otro momento.

EN EL MINISTERIO DE LA GUERRA.
Yo, en Guerra, tuve que comenzar a ponerme, como vulgarmente se dice, en pie para impedir muchos abusos que se estaban cometiendo. Entre ellos, me encontré un día con que los socialistas en quienes había depositado mi confianza, en el Comisariado de Guerra, habían permitido que se nombrasen a espaldas mías, y con documentación firmada por quien no lo podía hacer, más de mil Comisarios. (Sensación; aplausos.) Habían nombrado más de mil Comisarios, y los habían nombrado poniendo la firma en los nombramientos quien no tenía derecho, legalmente, para hacerlo, porque el único que lo podía hacer era yo. Y cuando llamé a aquellas personas de confianza, correligionarios nuestros, y les dije que cómo habían hecho eso, me contestaron que creían que lo podían hacer. Dio la casualidad de que la inmensa mayoría de los Comisarios de guerra que habían nombrado así eran comunistas. (Muy bien; muy bien; aplausos.)

Me encontré con más. Me encontré con que en el Comisariado de Guerra, a espaldas mías, se había hecho un pequeño «straperlo». Me encontré con que se habían hecho unas asimilaciones a generales de brigada y generales de división, para algunos correligionarios, con 22.000 y con 16.000 pesetas. (Una voz: ¡Granujas!) Cuando yo les llamé, también, para decirles: «bueno, ¿y cómo han hecho ustedes esto a espaldas mías?», me respondieron: «¡Ah! Creíamos que usted estaba enterado y que usted...». «Pero, ¿qué voy a estar yo enterado de que ustedes se han nombrado generales de división y de brigada para cobrar?» (Risas.) Además, mensualmente, disponían de más de 200.000 pesetas para propaganda, para periódicos, para tal cual otra cosa. Así me explicaba yo, mejor dicho, me expliqué después, cómo había tanto dinero para hacer la propaganda comunista en España. (Formidable ovación.)

De ahí el por qué yo publiqué una disposición anulando todos los nombramientos de Comisarios y ordenando que el que quisiera continuar siéndolo me lo pidiera a mí, para yo revalidar su nombramiento. (Muy bien.) Y ya recordaréis todos la campaña que se hizo contra mí con este motivo, diciendo que yo quería deshacer el Comisariado. No. Yo he entendido siempre, cuando publiqué la disposición creando el Comisariado y después, que éste haría una gran labor, que había de tener un gran trabajo en el Ejército, si cumplía con su deber. Pero no creía yo ni podía pensar que el Comisariado sirviera para hacer un Ejército de partido. ¡Eso, no! (Aprobación; grandes aplausos.)

Todo esto fué haciendo ambiente. Se produjo la crisis, y cuando llega la consulta a la Ejecutiva de la Unión, para dar un ministro pone condiciones. Yo, amistosamente, fraternalmente, tengo que decir que al poner aquellas condiciones se cometió, a mi entender, un error, error de detalle. Yo sé los buenos propósitos de la Comisión Ejecutiva al proceder así. La Ejecutiva vio que se había producido una crisis algo oscura, por maniobras. No estaba bien enterada, y la Ejecutiva al decir: «nosotros no damos ministros si no es para un Gobierno Largo Caballero», expresaba, no que fuera ministro Largo Caballero. Es de advertir que los comunistas querían que yo continuase de presidente del Consejo, pero no de ministro de la Guerra. La verdad, yo dije: «ponerme de espantajo para que ellos pudieran hacer desde Guerra lo que les diera la gana, ¡ah!, no, no y no. (Aprobación.)

Yo, socialista internacional, tengo amor a mi país; lo tengo a mi pueblo, que es éste, Madrid; lo tengo a España porque soy español, que no es incompatible con ser internacionalista, ni mucho menos. Y yo, delante de quien debía decirlo, manifesté en una reunión: «no puedo dejar de ser ministro de la Guerra por varias razones: primera, porque yo no he hecho motivos para que se me eche del Ministerio de la Guerra, y segunda, porque creo que, como español, tengo la obligación de defender al Ejército español y conducirle en forma que pueda conseguir el triunfo». (Muy bien; grandes aplausos.)

CONTRA LA EJECUTIVA DE LA U.G.T.
Pero no creáis que estas arrogancias de españolismo quedan impunes en algunas ocasiones, y en aquélla no quedó. Realizaron lo que todos sabemos. Pues bien, la Ejecutiva de la Unión, dijo: «no». Pero lo dijo por ese motivo, no porque fuera Largo Caballero ministro, pues últimamente no tenía por qué decirlo, porque Largo Caballero, si hubiera querido, hubiera sido presidente del Consejo de Ministros, hubiera continuado siendo jefe del Gobierno. Yo no iba allí por ser jefe del Gobierno. Yo iba a cumplir un deber: aquél que estaba cumpliendo en Guerra. Lo que ocurría era que yo estorbaba en Guerra.


Esta era la cuestión. Y desde aquel momento empezó la campaña contra la Ejecutiva, pidiendo la reunión del Comité Nacional. Yo todavía no me había reintegrado al cargo de secretario. Y, efectivamente, se celebró Comité Nacional y la inmensa mayoría de las Federaciones que celebraron ese Comité Nacional estaban fuera de los Estatutos. Todos eran muy amantes de la Unión y de la disciplina; del U.H.P. y de todas esas cosas, pero no se acordaban de cumplir con la Unión General en lo que se refiere a cotizaciones. ¡No los cotizantes! No los obreros pertenecientes a las Secciones, que ésos pagaban; no. Los que no pagaban eran los Comités, que no sabemos lo que harían con el dinero. (Aprobación; aplausos.) Porque, últimamente, cuando hay una Federación que no recauda cotizaciones, no tiene más que decirlo, y si no tiene asociados, no paga por nadie o paga por los que sean. Pero, no; había Federaciones que no pagaban una cotización desde el primer trimestre del año 33; había algunas que debían cuatro y cinco años.

LA REUNIÓN DEL COMITÉ NACIONAL.
Se celebró, sin embargo, el Comité Nacional, porque en la Unión ha habido siempre mucha tolerancia en eso, y aquellos amigos, abusando de esa tolerancia, llegaron allí, tomaron acuerdos, y no solamente tomaron acuerdos, sino que inmediatamente comenzaron una campaña en la Prensa contra la Ejecutiva, diciendo: ya lo veis; hemos desautorizado a la Ejecutiva. La habían desautorizado unos individuos, o unos compañeros, que decían representar a organizaciones que se hallaban en aquella situación. Pero el caso es que se celebró la reunión y que continuó la campaña contra la Ejecutiva.


LA U.G.T. Y LA GUERRA.
La Unión General ha sido uno de los organismos que durante la guerra ha cumplido mejor su misión. Recuérdese bien que, cuando empezó la guerra, nosotros organizamos en la calle de Fuencarral una oficina de información al Gobierno. No quisiera yo que lo tomaseis a exageración, pero si queréis, si tenéis medios, preguntad al que era jefe del Gobierno entonces, y él puede deciros de dónde recibía el Ministerio de la Guerra, las informaciones exactas sobre la situación militar en España. (Una voz: ¡De Fuencarral, 93!) ¡De Fuencarral, 93! (Aplausos.) Y entonces se dio el caso de que en el Ministerio de la Guerra no había más referencias verídicas que las de Fuencarral, 93, porque no tenían medios de informarse ni por los alcaldes ni por los gobernadores, porque todo estaba trastornado. Lo único que existía y tenía conexión con nosotros eran las organizaciones obreras de la Unión, y por medio de esas organizaciones obreras, en todos los pueblos, sabíamos la situación militar del enemigo y la nuestra, y se la decíamos al Gobierno para ayudarle a ganar la guerra. (Muy bien.)

Después, la Unión General ha realizado una labor permanente hasta que el Gobierno se marchó de Madrid. No voy a hablar de eso. (Risas.) No, no. (Más risas; una voz: ¡Que hable!) No puede ser hoy. Todos lo sabéis. Cada cosa en su momento. Salió el Gobierno de Madrid y tuvo que salir la Unión General. Voy a aprovechar la ocasión, por si hay aquí compañeros que interpretaron entonces mal las cosas, para decir que, al marcharse el Gobierno de Madrid y salir organizaciones, lo lógico es que fueran las nacionales las que salieran. Porque esos Comités Nacionales no representaban sólo a Madrid, sino que representaban a todos los obreros, y tenían que irse a sitios donde pudieran estar en relación con sus representados. Ahora bien; los locales, el Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, o la Federación local de Madrid, o la Agrupación Socialista Madrileña, todo lo que fuera local,  debía quedarse aquí. Todo lo nacional, fuera de Madrid, para cumplir sus deberes con los demás afiliados y con los de Madrid.

LA U. G. T. EN EL EXTRANJERO.
Y salió también la Unión General, pero, inmediatamente, en vista de la marcha de la guerra, comprendió que había que realizar una intensa labor en favor de España y en favor de nuestra guerra. ¿Quién ha movido a las Internacionales, lo mismo la socialista que la sindical, más que la U. G. T. de España? Todas las reuniones que se han celebrado, todo el apoyo internacional por parte de la clase trabajadora organizada, ¿quién lo ha hecho más que la Unión? Han ido otros organismos políticos que se llaman también obreros y no los ha hecho nadie caso. A la Unión ha sido solamente a la que se le ha hecho caso, porque la Unión ha sabido ganarse un prestigio internacional que no tienen muchos, ni lo podrán tener. (Aprobación.) Y la Unión General provocó la reunión de Londres para apoyar al Gobierno, y luego la de París.

Todos sabéis que hubo un movimiento de la clase trabajadora en el extranjero, favorable a nosotros; que, por cierto, se atenuó luego, no por culpa nuestra, sino por errores políticos que se cometían en España. Poco después de la crisis, hubo un momento en que corrieron rumores más allá de las fronteras, según los cuales se hacía aquí tal política de persecución contra elementos discrepantes. Todos sabéis que ha habido casos verdaderamente desgraciados, que aún no se han esclarecido, de personas hechas desaparecer por elementos que no son el Gobierno, y que han constituido un Estado dentro de otro Estado. Esto ha trascendido, compañeros, hasta el extremo de que han venido a España representantes de las Internacionales, a averiguar expresamente qué había de verdad en ello, y a nosotros, personalmente, se nos ha dicho: «desde que esto ha ocurrido, nosotros no podemos levantar el entusiasmo en el extranjero, entre nuestros compañeros, porque sospechan que aquí quienes dominan y quienes influyen son los elementos —lo dicen claramente— comunistas, y todo el mundo se pregunta si van a ayudar a España para que luego sean los comunistas quienes rijan los destinos de España». ¡Eso han venido a preguntarnos! Y no os extrañe. Una de las cosas que yo he censurado eran esos excesos que, a juicio mío, se cometen; por ejemplo, que hubiese mandos militares de gran importancia que asistiesen a congresos comunistas, a desfiles en honor de comunistas. De todo ello se sacaban fotografías que se publicaban en los periódicos, y esos periódicos iban a Londres, iban a París, iban a otras partes, y cuando allí veían que los jefes del Ejército, en gran número y de gran influencia, asistían a esos actos, decían: «¡entonces, es verdad que allí lo que domina e influye es el comunismo!» Esto nos perjudicaba mucho, muchísimo.(aplausos)

(*) Texto completo del Discurso pronunciado por Francisco Largo Caballero el 17 de Octubre de 1937 en el Teatro-Cine Pardiñas de Madrid. Este discurso fue retrasmitido en directo a otros cinco cines madrileños que, a pesar de ser los de mayor aforo, se llenaron a rebosar, instalándose altavoces en las calles, para que el pueblo que no pudo entrar pudiese escuchar.  

Caballero nació en Madrid en 1869 y murió en Paris en 1946, junto a los demás trabajadores exiliados al terminar la Guerra Civil provocada por el Golpe fascista de Franco del 18 de Julio de 1936.  Había sido Presidente del Gobierno y Ministro de la Guerra Septiembre de 1936 a Mayo 1937 tras ser forzado a dimitir por un complot entre estalinistas del PCE y sectores pro-burgueses  del PSOE.  Sufrió acoso para echarle de la Secretaria General de la UGT. Se le privó de los periódicos afines y tras este discurso en Madrid, no se le autorizó ninguno más y llegó a estar bajo arresto domiciliario. Exiliado en Francia, fue hecho prisionero por la policía de Petain y conducido a un campo de concentración nazi, donde permaneció hasta que fue liberado por el ejército rojo tras la Segunda Guerra Mundial.  Había sido Vicepresidente de la UGT (1908-1918) y Secretario General (1918-1938). En el PSOE tuvo cargos relevantes siendo líder de la Izquierda Socialista. Texto del folleto del discurso: La UGT y la Guerra. Editorial Meabe. Valencia 1937.  Archivo General de la Guerra Civil. Salamanca.







22 de agosto de 2016

RAJOY INSISTE: AMENAZA CON “HACERNOS LA PASCUA”.

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 El Presidente Rajoy se someterá al debate de investidura el 30 de Agosto y si fracasa, promete amargarnos las Pascuas amenazando con nuevas elecciones en la insólita fecha del 25 de Diciembre, si las izquierdas son incapaces de conformar una alternativa de Gobierno, que es lo que esperan y desean la mayoría de los votantes. Esa maquiavélica fecha escogida con doblez y perfidia, animaría a la abstención beneficiando a las derechas que es el objetivo final.  En el análisis siguiente se trazan unas perspectivas de lo que representaría una repetición de un gobierno con ese Pacto PP+C’s que fraguan las derechas, que cuenta con el beneplácito del Ibex-35 y la burguesía en pleno,  que  consistirá en  intentar llevar a cabo una nueva ofensiva contra los trabajadores y las capas menos favorecidas de la sociedad, para que los banqueros y corruptos continúen con sus tropelías que conducirán a un incremento de las desigualdades entre ricos y pobres. 

En la anterior legislatura de Gobierno Rajoy hemos sufrido un proceso más bien contra-revolucionario, ultra-conservador y reaccionario,  que con su mayoría absoluta y la aparente “democracia burguesa”, ha llevado a la clase trabajadora y amplias capas medias a situaciones sociales similares al antiguo régimen, acabando con las conquistas del movimiento obrero durante sus luchas y llevando a cabo todo lo contrario de lo que prometió Rajoy en su programa electoral, pero la atomización del arco parlamentario presagia un gobierno débil e inestable y quizás una corta legislatura.

Las bases del obsoleto sistema capitalista se han hundido, afectando al Estado español y al resto de Europa,  con gran virulencia, arruinando a las capas medias y llevando a la miseria y al paro a la clase trabajadora. Esa situación ha creado el “Estado de Malestar”, que si se repite con una nueva legislatura de las derechas, llevando la ofensiva de un nuevo ciclo de políticas de austeridad y recortes contra las masas, éstas podrían alcanzar unas condiciones de radicalización y fermento de luchas sociales,  que podrían derivar en posiciones ya claramente de rebeldía, empujando a las masas  hacia el camino de la insubordinación e insurrecciones sociales, rechazando los ataques y recortes que exige la burguesía dominante.

         Ese malestar alcanza cada vez a más capas de asalariados y pequeña burguesía que se han  visto lanzados a la ruina y que rechazan con repugnancia y odio creciente a los poderes establecidos, a las grandes superficies que les ahogan con la competencia y a los monopolios imperialistas, sobre todo, financieros, que les niegan el crédito bancario necesario para la supervivencia, o les ahogan con hipotecas impagables que les  tiran a la calle a los menos favorecidos por no poder atenderlas, llegando los desahucios porque el gobierno del PP se ha negado a aplicar la legislación europea en esa materia y podría continuar con su misma actitud antisocial.  

La hoja de ruta impuesta por el imperialismo que exige restaurar la tasa de ganancias a toda costa, en el menor plazo posible, no duda en restablecer la férrea “dictadura financiera” pero cada vez alcanzan más rechazo de las masas que se empiezan a movilizar contra esos ataques. En momentos de auge y resurgir del movimiento obrero, cuando comience una fase ascendente, será cada vez más difícil para la burguesía el conseguir dominar y seguir engañando a las masas con panaceas mentirosas como la machacona campaña de la recuperación con noticias fraudulentas de “las mejoras en los índices macroeconómicos”, cuando los propios estrategas del capitalismo advierten de una recaída de la recesión a escala mundial.

Los ciudadanos estamos hartos de tantas mentiras para  intentar apaciguar las luchas. La campaña mediática de la burguesía por la instauración  de un gobierno de las derechas que defiende a banqueros y especuladores a costa de atacar a la población trabajadora está siendo apabullante.  En toda la vieja Europa nos encontramos con un cuadro económico muy difícil que camina aceleradamente hacia el abismo de la generalización y está alcanzando ya a los países dominantes más potentes como son Francia donde ya han comenzado las agitaciones sociales de rechazo a la política de recortes del Presidente Hollande y Alemania que no podrán solucionar las cuestiones sociales, si no es a base de cambiar su política de rapiña y extorsión permanente, que les es casi imposible realizar porque se enfrenta a un peligroso repunte de la inflación.

El proceso en el Estado español,  camina por derroteros similares a los vividos en Francia, al igual que anteriormente en Grecia,  junto con el resto de países que la burguesía llama los PIGS que están catalogados como de “segunda división”, pero que se manifestará con el efecto dominó igualmente en toda Europa durante el próximo periodo porque la clase dominante no quiere ceder en modificar su política económica.

El margen es muy estrecho por lo que temen que un cambio hacia el Keynesianismo aceleraría la descomposición del modelo, derrotado por los abultados déficits, pero si continúan apretando a la clase trabajadora con este modelo ultra-liberal de austeridad permanente,  que NO ofrece una salida digna para los sectores más empobrecidos, serán inevitables las convulsiones sociales y la desestabilización que puede provocar, por lo cual, los países, tanto los atrasados como los más desarrollados, se verán forzados a enfrentarse, en diversos grados y con distintos ritmos, a la misma recesión, que si se agudiza, podría estallar por China o Brasil, que sufren en los últimos meses desaceleraciones económicas graves que contagiaría a la U.E. y arrastraría a los EEUU y resto de grandes potencias, hacia el infierno de la depresión.

Una de las tareas básicas que tenemos que acometer los trabajadores en este periodo es la reconstrucción de corrientes fuertes en los partidos y sindicatos de masas.  La clase trabajadora está buscando una dirección firme que ofrezca una solución socialista genuina y una verdadera democracia, pero tendrán que pasar por la experiencia del reformismo de izquierdas de la “socialdemocracia”, si las bases tienen capacidad y fuerza de reconducir sus direcciones hacia el giro a la izquierda, corrigiendo los errores y rectificando las desviaciones de los dirigentes que solo podrá venir de la reorganización democrática y  presión de las bases en lucha.

Las batallas que se habrán de dar por las reivindicaciones sociales y democráticas en líneas de clase, lejos de ser anticuadas o estar obsoletas, como insiste la burguesía para frenar las luchas,  serán cada vez más amplias y convulsivas en el curso de esta nueva época turbulenta e inestable en la que hemos entrado, adquiriendo una importancia tremenda para el fortalecimiento de un movimiento sindical unitario y potente que amenazan con pasar a la acción.

De una forma dialéctica, con alzas y bajas, con la acción y la propaganda teórica en contra del gobierno reaccionario de la derecha, pasando a la acción,  los trabajadores y nuestras organizaciones tendremos que sacar las pertinentes conclusiones para cambiar a los dirigentes que se conviertan en un freno y no estén a la altura de las circunstancias que los momentos actuales requieren.

Los votantes han puesto fin al bipartidismo y ahora nos enfrentamos a una situación completamente diferente, por lo que, más temprano o más tarde, volverán  las movilizaciones, las protestas y las huelgas, que incluso podrían tomar carácter continental en algunos momentos. En ciertos sectores, sobre todo en Francia, los trabajadores han dado un claro mandato a las direcciones para que rompan sus alianzas con la burguesía decadente y corrupta sometida a los dictados del imperialismo, exigiendo que se pase de posiciones defensivas hacia las ofensivas, por lo que la huelga general está siendo reclamada por las masas,  exigiendo la retirada de los ataques que es imprescindible y dejarse de peticiones abstractas.  

Nuestros compañeros que se encuentran en las direcciones del PSOE, Unidos Podemos y otras organizaciones políticas y sindicales de izquierda, como máximos representantes políticos de la clase trabajadora deben comportarse como una firme oposición al capitalismo,  en línea con las exigencias de unidad y lucha que se demanda desde las bases y batallar para ofrecer un programa unitario que represente tomar cada vez más  poder político y económico en manos de los trabajadores, unificando y apoyándose mutuamente con los sindicatos, para formar un bloque social que represente la defensa de una alternativa socialista de sistema, ante las exigencias de la clase trabajadora en el próximo período.    

La lucha por un programa claro, genuinamente socialista y verdaderamente democrático, con propuestas sociales como la defensa de lo público, la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales, la Dependencia,  las inversiones productivas para crear puestos de trabajo que requiere un plan de choque contra el paro,  el control democrático de las palancas fundamentales de la economía, como la banca, los grandes latifundios, y las multinacionales, mediante las nacionalizaciones y el control social de la producción,  es la mejor forma de movilizar a la clase trabajadora para luchar contra este podrido sistema capitalista y empezar a construir una nueva sociedad que actúe en beneficio democrático de la mayoría que es la clase trabajadora y no de una ínfima minoría de banqueros y especuladores que no han sido elegidos por nadie.

Precisamente para ello es necesario defender la reivindicación de una nueva Ley Electoral proporcional, eliminando la trucada e injusta Ley D’hont, para que nos basemos realmente en el sufragio universal desde los 16 años, y se alcance una verdadera democracia proporcional, no solo en las elecciones generales, autonómicas y locales, sino en cada una de las empresas, y en las organizaciones políticas, sociales y sindicales,  para que se ejerza la verdadera democracia, la democracia bajo control obrero, la democracia social, en todos y cada uno de los estamentos del Estado y de la producción.

Estamos hartos de las mentiras de la burguesía y las organizaciones reformistas que las apoyan, que parlotean constantemente sobre los “derechos democráticos” pero que lo entienden solo para alcanzar el poder y legislar en contra de la mayoría del pueblo, que sigue dominado por camarillas burguesas que amenazan al pueblo con más represión, mientras los poderosos, los evasores, los corruptos, violan la   Carta Magna que ni ellos mismos respetan, pero que cuando los trabajadores exigen en manifestaciones el cumplimiento de nuestros derechos, como el derecho a una vivienda digna, al trabajo, a la educación, a la sanidad y demás derechos, nos reprimen con la regresiva Ley Mordaza que nos amenaza y nos obstaculiza el libre ejercicio de los derechos de reunión, libre circulación, petición, manifestación y huelga que tanto nos costó conquistar.  La burguesía está reforzando su santa alianza para la represión porque teme que el pueblo se manifieste libremente en un momento dado y les exija un cambio radical de política o que fuercen su dimisión.

Cualquier observador medianamente inteligente se tiene que dar cuenta que en Europa se están dando circunstancias sociales con modificaciones profundas en las composiciones de las fuerzas políticas y sindicales, pues los partidos clásicos de la burguesía están desprestigiados y corroídos por la corrupción y son incapaces de ofrecer respuestas, tanto la socialdemocracia como la burguesía, debido a la falta de alternativas claras lo que es la causa del desplome de sus expectativas de apoyo y su debilidad. Están surgiendo en casi todos los países, España, Alemania, Grecia, Francia, Italia, etc, grupos por la izquierda de los partidos socialdemócratas clásicos que cuestionan el sistema. Esto está provocando una serie de crisis internas en la propia izquierda que se ve forzada a recomponerse, lo que podría arrastrarnos a enfrentamientos y a una serie constante de crisis y escisiones prematuras y perjudiciales, cuya responsabilidad va a recaer,  principalmente,  sobre las cabezas de nuestros dirigentes actuales, si no son capaces de enfocar la cuestión de forma diferente, profundizando en la democracia y girando a la izquierda para ofrecer claramente la respuesta que las masas esperan marchando hacia la unidad.

El sistema capitalista está en crisis total,  en recesión económica, con divisiones en las cúpulas de las burguesías respectivas. Las potencias imperialistas están enfrentadas con  divisiones en el Pentágono, la CIA con problemas internos, las burguesías europeas y los políticos clásicos del sistema con diferencias profundas, el Brexit, el Grexit y demás  enfrentamientos graves en líneas nacionales, con el conflicto estatal entre la burguesía “españolista” y la burguesía “catalanista” e “independendista”, con acusaciones de corrupciones y evasiones a Paraísos Fiscales.  Arrecian las críticas internas en los partidos y sindicatos de izquierdas que cuestionan las políticas actuales;  todo ello expresa la madurez del factor objetivo y la debilidad del factor subjetivo, o sea, la necesidad de que surja una fuerza que actúe como portavoz con autoridad que aglutine a las masas que se encuentran en una profunda orfandad a merced de los ataques de la burguesía, por lo que el proceso de surgimiento de corrientes y grupos efímeros serán inevitables en el próximo futuro debido a la proliferación de fuerzas emergentes.

 Pero lo que si necesitamos es construir una dirección unitaria con autoridad necesaria (que no autoritarismo) que se base en la capacidad que tiene la clase trabajadora y la juventud en formar los cuadros necesarios para hacer frente en el transcurso de las luchas que vendrán  para quedarse y en base a la experiencia, las batalla entre las clases y la defensa firme de una verdadera alternativa que deberá estar representada por un programa genuinamente socialista, organicemos y unifiquemos a la clase trabajadora para cuando llegue el momento,  ser capaces de tomar el poder y transformar este podrido sistema capitalista, empezando la construcción de una nueva sociedad: La Sociedad Socialista(*).  

ÁREA DE COMUNICACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A

(*) Si todavía no conoces la Revista que hemos editado como enmienda a las tesis del debate para la Conferencia del Programa del PSOE, titulada “Hacia un gobierno de los trabajadores: El Estado Socialista”, puedes solicitarla gratuitamente al correo de abajo, poniendo en asunto las palabras “Propuesta Alternativa”:

ispsoeandalucia.malaga@gmail.com