La táctica del sindicalismo reformista,
de pactos, consensos y seguidismo de la patronal ha colapsado aunque los
dirigentes de los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO no lo quieran reconocer.
La mayoría de las luchas que está llevando a cabo el movimiento obrero, están siendo llevadas a cabo de forma
diseminadas, por la renuncia a unificar y extender las luchas por parte de las
direcciones. Existe una dirección
sindical caduca que ha sido superada por los acontecimientos de la realdad de
la lucha de clases, en una situación objetiva que no ofrece margen para las
reformas, sino que pone encima de la mesa la necesidad de una lucha de clases
descarnada, una dirección combativa, democrática y de clase, que la ceguera de
nuestros dirigentes se niegan a admitir.
Pese a que los sindicatos mayoritarios
están siendo cuestionados y sufren un tremendo desgaste, aumentado también por
las implicaciones en ciertos problemas de corrupción, que afectan a algunos
representantes sindicales, esos grandes
sindicatos de clase no van a desaparecer. Es un error tremendo pensar, como
hacen algunos sectarios ultra-izquierdistas, que este es el momento de “fundar
un sindicalismo alternativo”, e invitan constantemente a los trabajadores a
abandonar los sindicatos de clase y está surgiendo una atomización que debilita
la lucha y desarticula las organizaciones.
Está demostrado por la historia que
cuando la clase obrera se pone en marcha, lo hace a través de sus grandes
organizaciones, lo que no quiere decir que los trabajadores van a mantener
permanentemente una actitud pasiva o complaciente con la política de sus
dirigentes, al contrario, surgirán corrientes críticas, aumentará la
desconfianza por tantas luchas abandonadas y se demostrará que del propio seno
de las organizaciones de masas saldrá una recuperación de nuevos cuadros que
desarrollarán un trabajo enérgico tanto en los sindicatos de clase como en los
partidos políticos, para construir corrientes de oposición de izquierdas, que,
ganando el apoyo de miles de delegados y trabajadores acometan una acción
basada en un potente sindicalismo de clase, democrático, combativo y que
defienda un programa verdaderamente socialista.
Desde nuestra corriente Izquierda
Socialista venimos defendiendo esta táctica flexible y compañera, coherente
frente a los “abandonistas y desertores” que se marchan cómodamente a sus casas
dejando de luchar, o a los que, de forma precipitada y sectaria, buscan atajos
que solamente conducen a aislar a una capa de activistas del conjunto del
movimiento obrero y los desaniman de cara a las urgentes tareas que el futuro
inmediato de la lucha de clases nos está exigiendo.
Hemos repetido en diversas ocasiones que
las direcciones de UGT y CCOO se encuentran en una verdadera encrucijada. Por
una parte se encuentran sometidas a una presión y a unos compromisos muy
fuertes por parte de la Patronal y el gobierno del PP, continuando la táctica
imposible de las viejas ideas del sindicalismo colaboracionista de la
“concertación social” cuando hace tiempo que no queda margen para pactar nada
positivo, sino que admiten los recortes, las imposiciones y las pérdidas de
derechos sociales adquiridos por los trabajadores sin romper definitivamente
esa pasividad y pasar a la ofensiva.
Los dirigentes reformistas, sindicales y
políticos, no se dan cuenta que ese modelo ya no sirve para aplacar las
exigencias de los capitalistas, de la Patronal y del gobierno PP que están al
servicio de la Banca y los monopolios y que no producen ningún bien tangible
para los trabajadores, sino todo lo contrario, pues con esas políticas de
oposición de terciopelo, se debilitan cada vez más ante sus bases sociales que
rechazan tanta pusilanimidad.
Las masas en acción, muestran su “indignación”, su descontento, su apatía y
su crítica a esas políticas desmovilizadoras con luchas cada vez más
estruendosas de cientos de miles de activistas de trabajadores avanzados y la
juventud que está en la vanguardia a través del Sindicato de Estudiantes, en un nuevo fenómeno que se extiende de manera
imparable, entre capas más amplias de la población, arrastrando incluso a la
pequeña burguesía que está siendo proletarizada y arrastrada a la lucha por la
terrible recesión que sufrimos.
No es preciso ser ninguna lumbrera, sino
una persona medianamente inteligente para darse cuenta de que las direcciones
sindicales se han visto desbordadas en estos dos últimos años, como hemos comprobado
por los triunfos significativos de la lucha ciudadana de Gamonal en Burgos, la
magnífica lucha de la Marea Blanca, como otras luchas que están protagonizando
otros colectivos en educación, como el sector
agrario a través del S.A.T. con toma de tierras
y otras.
A veces, los dirigentes de CCOO y UGT,
para justificar esa línea sindical tan poco unitaria y valiente, argumentan que
las numerosas huelgas generales en Grecia, por ejemplo, no han servido para
mucho porque no han frenado el ataque y el deterioro social. Se trata más bien
de un argumento falaz y está contaminado por un cierto pesimismo servil, porque
lo que no se dice es qué habría ocurrido sin la lucha de los trabajadores. Es
preciso reconocer que las huelgas generales, las sectoriales, las
manifestaciones y las luchas, han constituido una enorme experiencia muy
positiva para la toma de conciencia de la clase trabajadora, que ha reconocido
el enemigo tan despiadado que representan los capitalistas y sus defensores.
En todos los países se está ampliando la
conciencia de que la clase trabajadora es fuerte, somos más, queremos más
democracia, queremos el socialismo, de que sí se puede acabar con tanta
corrupción, con este capitalismo mafioso de casino, de que SI podemos, como se grita con fuerza en las
manifestaciones. Estas luchas sitúan al movimiento obrero en mejores condiciones
de futuro para sacar las conclusiones tácticas, políticas y estratégicas tan
necesarias para poner punto final a la insoportable situación que el
capitalismo nos impone a la mayoría de la población, con ese falso discurso de
que no hay otro camino, cuando si existe una alternativa de lucha, de cambio de
modelo de sociedad.
La continuada, profunda y amplia
movilización de las masas es la base fundamental para que toda la maquinaria
política de la clase dominante se empiece a resquebrajar, como vemos con la
incipiente crisis interna del PP, que corre el riesgo de sufrir una escisión
por el surgimiento de VOX, un grupo últra-derechista que puede aglutinar al ala
derecha de los populares, pero tanto la derechona burguesa de Rajoy como las
instituciones que sostiene, están cada vez más profundamente desacreditadas
ante la población. A través de la
experiencia viva de los ataques despiadados y los recortes a aquellas conquistas sociales que parecía que se había
iniciado en los años del auge el camino de la construcción del Estado de
Bienestar, ahora se ha trocado dialécticamente en Estado de Malestar, arrasando
las conquistas laborales que conferían un carácter civilizado a la vida,
acelerando la toma de conciencia de las masas que están llegando a la conclusión
de que es preciso luchar por cambiar de raíz el sistema y de que la
transformación socialista no es ninguna utopía sino una necesidad imperiosa.
Las luchas y las movilizaciones han sido,
y serán cada vez más, el puente para poder transitar hacia una
situación más clara de unidad, organización y recuperación del movimiento
obrero. Está claro que la convocatoria de movilizaciones y huelgas generales,
por si solo, es insuficiente para asegurar el éxito y avanzar hacia la superación del capitalismo, por ello, las
direcciones tienen que plantear, junto con reivindicaciones claras y defensa
firme de las mismas, las tareas de organizar y encuadrar a los trabajadores, en
sindicatos, partidos y asociaciones potentes para defender nuestros intereses
sociales.
La lucha verdadera contra los recortes y
ataques no es solo una lucha sindical, aunque los sindicatos deben jugar un
papel dirigente determinante, sino que es a su vez una lucha política, porque
en estos momentos, en un año electoral en el que hemos entrado, donde incluso
las instituciones en Europa se van a ver sometidas al voto de la población, por
lo tanto, es preciso activar la toma de conciencia para que la clase
trabajadora agarre en sus manos y decida si quiere apostar por un cambio o
seguir viéndolas venir.
Por tanto, una de las tareas más
urgentes a corto plazo es unificar la lucha de todos los sectores afectados por
la ofensiva brutal que ha emprendido el PP en estos dos años, pasando a la
ofensiva en un movimiento huelguístico contundente y ascendente. La reforma
laboral, los ataques a las pensiones, la LOMCE, la Ley del Aborto, los recortes
en Sanidad, en Servicios Sociales y los 6 millones de parados, han rebajado de
forma fulminante el ya menguado poder de compras de los trabajadores, mientras que este año la
banca prevé unos ingresos del Estado en concepto de intereses en torno a los
40.000 millones de euros y a pesar del descrédito del gobierno Rajoy, éste tiene el mandato del la Troika de
seguir con los ataques y recortes.
Por todo ello, las movilizaciones contra
esas políticas reaccionaria del PP deben
estar ligadas a la defensa de una alternativa al capitalismo y una estrategia
correcta que lleve a la clase trabajadora a implicarse en la lucha y en la
defensa del cambio social tomando medidas para controlar democráticamente la
producción. Asi pues, la lucha sindical y social no puede marchar separada de
la lucha política por la transformación socialista de la sociedad. Todo lo
contrario, para que la movilización sea positiva para nuestra clase, debe tener
continuidad, incrementar nuestras fuerzas, nuestra unidad y nuestra
organización, para que se incorporen cada vez a más sectores.
Es fundamental que esa unidad y esa
organización estén dadas en base a una perspectiva viable, que ofrezca sentido
y coherencia a las luchas parciales acometiendo los pasos concretos que demos
en las movilizaciones, combinando las exigencias inmediatas con toda una serie
de medidas que vayan encaminadas a ofrecer alternativas para organizar la
economía y la sociedad sobre bases completamente diferentes a las corruptas
medidas que aplica el capitalismo. La crisis capitalista ha dejado al desnudo
el papel parasitario de la banca privada, dejando en evidencia el enorme grado
de corrupción que el sistema ya no puede soportar y los trabajadores tampoco.
La Banca en manos privadas es un agujero negro sin fin que se traga toda la
riqueza que crea la clase trabajadora.
Los grandes monopolios financieros, a
través de los tentáculos de la banca, han actuado como gigantescas aspiradoras
que han drenado todo el dinero, tanto privado como público, canalizándolo hacia
las cuentas corrientes secretas y cajas fuertes, atesorándolo todo en los
Paraísos Fiscales, a buen recaudo y en beneficio del 1 % de los
mega-ricos. El Estado burgués avala,
consiente y es colaborador necesario de esas grandes estafas que perjudican y
empobrecen a los pueblos. El negocio es redondo para unas cuantas familias que
en el nombre de lo que ellos llaman ”democracia”, han implantado la dictadura
financiera del gran capital.
Una de las medidas por las que habría
que luchar es por la “democracia económica”, para tomar el camino de la
superación de la crisis capitalista y sus efectos devastadores. Hay que
defender dentro de un amplio programa socialista el llevar a cabo la
expropiación de la Banca, del conjunto del sector financiero, indemnizando
solamente a casos de necesidad comprobada como a los “Preferentistas” y
“pequeños ahorradores”, y no
nacionalizar las pérdidas, como se ha hecho con Bankia y otros. La
nacionalización a favor de la burguesía tiene como finalidad que todos los
trabajadores paguemos via impuestos las pérdidas y los desfalcos que ellos han
provocado con ese desastre. Ahora están hablando ya de “privatizar” Bankia en
beneficio de sus amiguetes, por lo que tenemos que oponernos radicalmente a las
nacionalizaciones burguesas, hechas a medida de los capitalistas y dirigidas a
apropiarse de todas las riquezas.
El socialismo tiene que estar a favor de
nacionalizaciones, si, pero con
criterios y métodos diametralmente distintos al burgués, que beneficie a la
mayoría de la sociedad y poner la economía y las finanzas bajo control social y
democrático, acabando con la corrupción. Habría que plantear en primer lugar la
nacionalización de todo el sistema financiero, no solo las cajas y bancos
ruinosos que han sido desvalijados por esos estafadores. El proceso debe ser
controlado por abajo, por la democracia de los trabajadores, para erradicar
directamente las maniobras contables, las fugas de capitales y la corrupción,
eliminando los secretos bancarios. El
proceso de nacionalizaciones del sector financiero debe completarse, para poder
llevar a cabo un plan de empleo y prosperidad social, con la expropiación de
las palancas fundamentales de los monopolios e industrias claves, muchos de los
cuales eran públicos antes, como las Eléctricas.
Podemos asegurar que científicamente es posible
que la economía se pueda llevar de otra forma que represente atender
básicamente las necesidades sociales y que no esté encaminada al lucro privado
de unos cuantos, pero necesitamos realizar un plan consciente y democrático con
la participación y al servicio de la mayoría. Podríamos poner en marcha todas
las fuerzas productivas para garantizar un plan de inversiones pùblicas, en atención a la infancia y la tercera edad,
en inversiones públicas, en equipamientos sociales en los barrios y pueblos,
mejoras en la enseñanza y en la sanidad para potenciar lo público, desarrollo
de la industria, la agricultura, la distribución, el consumo, ayuda a los
autónomos, al cooperativismo, la economía social a las pymes… Los cientos de miles de pisos en
manos de los bancos, una vez hechos públicos, tendrían una función social,
fomentando un fondo de alquiler para atender a toda la población y resolver de
una vez el problema de la vivienda. Estas son algunas medidas del plan
socialista que nosotros como corriente venimos defendiendo desde hace tiempo.
Esta es la alternativa que debería plantear una coalición del PSOE, IU y demás fuerzas de izquierdas, tanto políticas como sindicales y tendrían que proponer a los trabajadores, frente a la política de ajustes y destrucción de la burguesía, del gobierno del PP y frente a todos los que piensan que es posible una salida en el marco del capitalismo. Una política alternativa necesita de un cauce organizado para fusionarse con la experiencia de millones de ciudadanos. Un ambiente que también se debe dar en la base de los sindicatos de clase, en la del PSOE, y que en el caso de Izquierda Unida se está reflejando en un claro incremento de la intención de voto, por lo que, es preciso que esas organizaciones se preparen para aprovechar el posible giro a la izquierda que se avecina.
Una
de las cuestiones que se plantean es qué hacer para conseguir este objetivo. Primero,
una amplia campaña con la exigencia de dimisión del gobierno y de elecciones
anticipadas que debe ser continuada con la convocatoria inmediata de
movilizaciones para que todo el protagonismo esté en la calle, en la lucha de
los trabajadores y de los jóvenes. En
nuestra opinión un llamamiento claro, directo y público desde la dirección del
PSOE y de Izquierda Unida, como Gobierno de la Junta de Andalucía, (dirigida al
resto del Estado) planteando a los dirigentes de CCOO y UGT a rectificar su
actual posición, y apoyar la campaña por la dimisión del gobierno y por la
convocatoria de elecciones generales, y a convocar una huelga general por estos
objetivos, contaría con un respaldo masivo en la base de estos sindicatos. Una reunión urgente entre las direcciones de
PSOE-IU,UGT y CCOO, para acordar un programa conjunto en la línea antes trazada
para defender un programa genuinamente socialista, que defienda a ultranza los
intereses de la clase trabajadora, del ecologismo, de la mujer, de la
enseñanza, la sanidad y los servicios sociales, en base a un cambio de modelo de Estado,
Federal, Socialista y Republicano.
Sería
un revulsivo político tremendo para millones de trabajadores y jóvenes.
Impulsar un movimiento masivo y continuado es fundamental no sólo para
conseguir tumbar al gobierno del PP sino también para que esta caída lleve a la
elección de un gobierno de izquierdas, con un verdadero programa de izquierdas,
que empiece por derogar todas las contrarreformas y todos los recortes a los
gastos sociales impuestos por la derecha y que nacionalice todo el sistema
financiero y las grandes empresas, para empezar a poner en práctica un plan de
crecimiento económico y creación de empleo en beneficio de la mayoría de la
sociedad.
La clase obrera entenderá, en esta dura escuela de la crisis, la necesidad de volver a levantar con fuerza la bandera del socialismo, de la lucha por la expropiación de la banca, de los monopolios, de los latifundios, bajo el control democrático de la mayoría de la población. Con las palancas fundamentales de la economía bajo el control de la clase obrera sería posible utilizar toda la capacidad productiva de la sociedad y planificar de forma armónica la economía mundial. En condiciones semejantes toda la situación se transformaría de un plumazo, se lograría fácilmente suprimir la lacra del desempleo, garantizando a todos un puesto de trabajo digno.
Gracias
a la planificación socialista de la economía sería completamente factible la
reducción drástica de la jornada laboral, sin recorte del salario, permitiendo
a la mayoría de la población participar realmente en la gestión de la vida
social, en la economía, en la política, en la cultura, que dejarían de ser el
monopolio de la clase dominante. No existiría ningún impedimento para
garantizar una vivienda pública decente y asequible, una enseñanza y una
sanidad gratuitas y de calidad. Esta es la verdad que los grandes medios de
comunicación de la burguesía y la ideología dominante se encargan de ocultar
sistemáticamente. La lucha por un mundo mejor continúa porque otro mundo es
posible, SI, pero con el Socialismo.
¡¡JUNTOS
Y ORGANIZADOS, SEGURO QUE PODEMOS ¡¡
ÁREA
DE COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN.
IZQUIERDA
SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A