4 de abril de 2014

La pugna imperialista se intensifica tras la incorporación de Crimea a Rusia.

Ucrania: Washington, Berlín, y Londres respaldan un gobierno aupado por las milicias fascistas.
putin-y-obamaTras la destitución del presidente Yanukovich el 22 de febrero, estamos asistiendo al enfrentamiento más importante entre las grandes potencias desde el final de la Guerra Fría. Washington, Berlín y Londres, han respaldado a un gobierno reaccionario que se ha aupado al poder gracias a la acción de las milicias fascistas. Por su parte, Putin ha enseñado el músculo al imperialismo occidental, movilizando sus tropas en Crimea y logrando su incorporación al territorio ruso. Pero más allá de la propaganda, esta pugna imperialista se libra contra los intereses generales de la clase obrera ucrania, de los trabajadores rusos y europeos.
El imperialismo norteamericano y alemán, aprovechando el descontento general que existía hacia la política de Yanukovich y su gobierno, confiaban en repetir con éxito la “Revolución Naranja” de 2004. Pero a pesar de la campaña de propaganda para presentar las protestas como una “revolución popular”, no ha existido ninguna revolución en Ucrania. Las movilizaciones se circunscribieron a la capital Kiev, la principal base de apoyo de la oposición pro-occidental, y desde enero fueron descendiendo en intensidad en la medida que eran copadas por los elementos abiertamente fascistas. Hay que señalar que los trabajadores han permanecido al margen de estos movimientos. No se han visto representados en  los dirigentes de la oposición prooccidental, que han utilizado a las milicias fascistas como sus tropas de choque para asaltar el poder; ni por supuesto en Yanukovich, cabeza visible de una casta oligárquica ligada al capitalismo ruso, que ha empobrecido a la sociedad para beneficio de una minoría de explotadores.
Los imperialistas occidentales se basan en las bandas fascistas.
milicias_sector_derechoLa oposición y los imperialistas occidentales, que no dudaron en recurrir a los servicios de las bandas paramilitares fascistas para sembrar el caos en la capital y acelerar la caída del gobierno, les han recompensado  con el control del aparato de seguridad del Estado. Al tiempo, también les han exigido que se retiren de las calles y que abandonen la escena pública. No pueden homologar las credenciales “democráticas” del gobierno prooccidental de Kiev, si las bandas fascistas se mantienen en las plazas y continuamente salen imágenes de sus andanzas por Kiev. De hecho, ya les han mandado una señal, asesinando a uno de los dirigentes paramilitares del “Sector Derecho”. Pretenden, como no, que sus perros se retiren a las casetas.
Pero los trabajadores de todo el mundo no deben olvidar lo que ha pasado: las supuestas democracias de occidente no han tenido el más mínimo escrúpulo en apoyarse en estos elementos para lograr sus objetivos. Los fascistas ucranios han atacado, golpeado y asesinado a activistas de izquierdas; han lanzado pogromos contra la población judía, han derribado estatuas de Lenin, y arrasado con los símbolos de la resistencia antifascistas en la segunda Guerra Mundial.
¿Cómo iban estos fascistas a concitar el apoyo de los trabajadores y el pueblo ucranio a sus fechorías? La memoria histórica sigue muy viva en Ucrania. Son millones los que recuerdan a Stepán Bandera, el jefe del Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) que colaboró con la ocupación nazi en las matanzas de decenas de miles de ucranios y polacos. Este horror al resurgimiento del fascismo es más intenso en la zona oriental de mayoría pro rusa, donde se concentra la mayor parte de la clase obrera industrial ucraniana, y se ha expresado ya en movilizaciones de decenas de miles de personas en las ciudades del oriente; pero podemos afirmar que llegarán también a la capital y a la zona occidental, cuando se apliquen los nuevos programas de austeridad y ajustes salvajes anunciados por los nuevos gobernantes.
La incorporación de Crimea a Rusia
crimea_incorpora_a_rusiaDetrás de las maniobras del imperialismo europeo y norteamericano en Ucrania no sólo hay intereses económicos, también hay intereses geoestratégicos y un objetivo muy evidente de aislar y debilitar a Rusia. Durante los últimos veinticinco años, los oligarcas rusos que se han puesto al frente del país después de la restauración capitalista, han visto cómo mermaban sus puntos de apoyo en la región; pero esto ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Obviamente no hay nada de progresista en el régimen de Putin, que representa los intereses de la burguesía capitalista e imperialista rusa que hace ondear la bandera bicéfala del zar, y a la que le gustaría reconstruir el viejo imperio de Nicolás II. La cuestión fundamental es que la situación ha cambiado, la correlación de fuerzas mundial ya no es la misma que hace veinticinco años, ni el capitalismo vive un periodo de boom económico. Su crisis profunda, y la debilidad del imperialismo occidental, se han hecho patentes en Ucrania.
Ucrania es estratégica para Rusia: tiene una gran importancia para el transporte del gas y el petróleo que exporta a Europa, y también es decisiva desde el punto de vista militar. La península de Crimea aloja la Flota del Mar Báltico rusa, su única salida al Mediterráneo. Las pretensiones territoriales de Rusia sobre Crimea también se basan en que durante más de dos siglos la península perteneció al Imperio Ruso y posteriormente a la Unión Soviética, hasta 1954 cuando Kruschev entregó la península a Ucrania como recompensa por los servicios prestados por el Partido Comunista Ucraniano en su carrera política hacia la presidencia de la URSS.
A pesar de ser territorio ucraniano en estas últimas décadas, el 60% de la población crimea se considera rusa, así que la presencia de tropas rusas fue recibida con alivio frente al nuevo gobierno de derechas de Kiev, cuya primera medida fue prohibir el ruso como lengua cooficial. Siguiendo las directrices de Putin, y ante la mirada atenta de las tropas rusas, el 16 de marzo el gobierno regional de Crimea celebró un referéndum para decidir su secesión de Ucrania y su unión a Rusia. El resultado fue una aplastante mayoría a favor de la anexión: según datos oficiales, un 96,77% votó por la integración y la participación fue del 83,1%. El 18 de marzo, la Duma rusa formalizó la absorción de la península, decretó el ruso, ucraniano y tártaro lenguas oficiales, el rublo será la segunda moneda y se nacionalizaron todas las propiedades públicas ucranianas.
Es muy significativo que el gobierno de Kiev, que en teoría encabeza una “revolución nacional”, haya sido incapaz de organizar en la capital de Ucrania, ni en ninguna otra ciudad, ninguna manifestación de masas contra el referéndum, y que sus movimientos de reservistas hayan sido realmente ridículos. Es claro que los trabajadores de Ucrania no están dispuestos a ser comparsas de estos reaccionarios.
“Hagan las cosas que ellos dicen, pero no hagan como ellos hacen”. San Mateo 23:2
La independencia de Crimea y su anexión a Rusia es un revés serio para las pretensiones del imperialismo occidental en la región y echa por tierra toda su estrategia. Aunque Rusia asegura que sus tropas no avanzarán en territorio ucraniano, sí existe un claro riesgo de partición de Ucrania.
manifestantes-Ucrania-Rusia-Moscu-CrimeaComo era de esperar, los gobiernos de EEUU y de la UE han acusado a Rusia de violar “la soberanía nacional e integridad territorial” de Ucrania. Califican el referéndum de ilegal y se niegan a reconocer el resultado. El fariseísmo de los imperialistas alcanza cotas increíbles si tenemos en cuenta lo que hicieron en los años noventa para desmembrar la antigua Yugoslavia, cuando los regímenes estalinistas estallaron en la URSS y en toda Europa del este. Apoyaron referendos unilaterales de independencia en Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Kosovo, reconocieron los nuevos estados independientes e integraron a una serie de ellos en la UE.
Tanto EEUU como Alemania pasaron por alto la soberanía nacional y la integridad territorial yugoslava, alentaron las divisiones étnicas y religiosas para romper el país, desencadenaron dos guerras que provocaron miles de muertos y bombardearon Serbia durante más de dos meses. Ucrania es la continuación de esta política de ocupación, política y económica, de los antiguos países de Europa del Este. Y como sucedió en los Balcanes durante los años noventa, sus acciones ahora amenazan con desestabilizar toda la región.
Por su parte, la preocupación del gobierno ruso por los ciudadanos rusos en Ucrania y Crimea no tiene nada que ver con el respeto por sus derechos democráticos o sus condiciones de vida. El gobierno de Putin representa y defiende los intereses de los oligarcas rusos, oprime y explota a los trabajadores igual que en occidente, y tampoco ha dudado en invadir u ocupar militarmente un país si es necesario: basta con recordar la guerra en Chechenia o la invasión de Osetia del Sur.
La respuesta de EEUU y la UE al desafió planteado en Crimea ha sido lanzar todo tipo de amenazas y sanciones contra Rusia, con la intención de aislar diplomáticamente a Moscú. Es cierto que han enviado tropas y equipamiento militar a Polonia y Azerbaiyán, se supone que para incrementar la presión militar; y la UE ha congelado los bienes de 21 dirigentes políticos ucranianos y rusos. Pero esto no cambiará las cosas en Crimea.
Los dirigentes de la UE han amenazado además con sanciones económicas, aunque en este aspecto están encontrando muchas dificultades para llegar a un acuerdo porque, de imponerse, los capitalistas europeos serían una de las partes perjudicadas. Hay que tener en cuenta que la UE importa de Rusia el 31,8% del gas, el 34,5% del petróleo y el 27% del carbón que consume, estos porcentajes son aún mayores en el caso alemán.
El programa de la UE y el FMI para el pueblo de Ucrania
La economía de Ucrania está en bancarrota y el FMI y la UE ya se han apresurado a proponer un “rescate” económico. Tras las primeras negociaciones con los representantes del FMI, el primer ministro ucraniano anunció el despido del 10% de los empleados públicos, la congelación del salario mínimo y las pensiones; también anunció que los precios del gas aumentarían un 50%, a lo que si añadimos que la multinacional rusa Gazprom ha cancelado el descuento del 40% en el precio del gas que vendía a Ucrania, los efectos de estas medidas serán devastadores para las condiciones de vida de millones de ucranianos.
Lejos de estabilizar la situación, las maniobras del imperialismo y la política de austeridad del gobierno ucraniano son una receta acabada para una explosión social, Sólo la lucha organizada de los trabajadores rusos y ucranios contra la oligarquía capitalista y el imperialismo, con un programa internacionalista y socialista, puede garantizar una condiciones de vida dignas, y acabar con todo tipo de opresión nacional para establecer una convivencia democrática y pacífica entre los pueblo. 
MARÍA CASTRO. 

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