14 de mayo de 2012

Rescate de Bankia y nueva reforma financiera del PP, un nuevo y brutal saqueo del dinero público.

El plan de rescate de Bankia y la nueva reforma financiera que el gobierno del PP ha puesto en marcha, que aprobará formalmente mañana viernes en el consejo de ministros, supondrá un nuevo y brutal episodio de saqueo del dinero público, un nuevo y brutal ataque a los intereses de los trabajadores y de la gran mayoría de la sociedad.


Rescate financiero y recorte de los gastos sociales.

Según informaciones que la prensa ha publicado reiteradamente los últimos días el dinero público que el gobierno empleará para salvar a Bankia oscilará entre 8.000 y 10.000 millones de euros. Esa es la misma cuantía del recorte en sanidad y educación pública que el gobierno del PP anunció e impuso semanas atrás, con cierres de hospitales, copago, incremento de tasas universitarias, masificación de las aulas y despidos masivos, entre otras consecuencias. No se trata de una comparación arbitraria sino de dos procesos completamente ligados. La rapidez y la brutalidad con la que el PP está emprendiendo el desmantelamiento de todas las conquistas sociales tienen totalmente que ver con la urgencia de salvar los intereses de los banqueros (autóctonos e internacionales) de una grave crisis económica y financiera de la que ellos mismos son los principales responsables y que se agrava por momentos.


Una nacionalización al servicio de una minoría.


A pesar de los intentos del gobierno de minimizar y maquillar el alcance que el rescate bancario tendrá en las cuentas públicas este será sin duda devastador. Se trata de la mayor operación de rescate financiero de la historia en el Estado español. El argumento de que el dinero público inyectado en la banca se recuperará con intereses es un insulto a la inteligencia y ha sido desmentido por el propio José Ignacio Goirigolzarri, nuevo presidente de Bankia tras la salida de Rato. Lo primero que ha defendido el ex directivo del BBVA, jubilado con una pensión multimillonaria en plena crisis, es que Bankia no devuelva al Estado los 4.464 millones de euros ya prestados a través del FROB (que se convertirían en acciones del Estado) y que la entidad deje de pagar los intereses por ese préstamo. Este es el tipo de nacionalización que está defendiendo el nuevo jefe Bankia y el PP: que el Estado ponga, directa y abiertamente, dinero a fondo perdido para tapar el agujero creado por el pinchazo del boom inmobiliario sin que la entidad deje de operar en función de los intereses de una minoría privilegiada, impune y completamente parásita. Socializar las pérdidas y privatizar las ganancias; lo de siempre pero a una escala superior, en consonancia con la gravedad histórica de la crisis capitalista. Los trabajadores estamos interesados en otro tipo de nacionalización completamente distinta, donde la finalidad del control de la banca sea beneficiar a la mayoría. Ello implica la nacionalización de todo el sector financiero, no sólo de los bonos tóxicos; la expropiación de las grandes fortunas que se han beneficiado de la especulación durante todos estos años de boom inmobiliario; la nacionalización de los grandes monopolios privatizados en los últimos años y la implantación de un control por abajo de los trabajadores para evitar la corrupción en las empresas nacionalizadas. Sólo así se sentarían las bases para poner en marcha la economía y beneficiar a la mayoría de la sociedad.


La creación de “bancos malos”

Pero los planes del gobierno del PP van mucho más allá de Bankia. Según ha publicado la prensa, están dispuestos a sanear con dinero público a todo el sector bancario creando lo que en la jerga financiera llaman un “banco malo”, es decir una entidad pública que se haga cargo de todos los “activos tóxicos” de la banca privada (préstamos incobrables, fundamentalmente ligados a la construcción, y pisos que han acumulado en los balances de los bancos por la quiebra de constructores y promotores). Ejecutado de una u otra manera, el plan consistirá en que el Estado compre unos “activos tóxicos” cuyo valor en el mercado (el real) tiende a cero; en otras palabras, en entregar a la banca una gran cantidad ingente de dinero público a cambio de nada; en otras palabras, una nueva operación de saqueo de las finanzas públicas apenas disimulable. También según la prensa el apoyo del Estado a la banca se extendería no sólo a compensar los activos tóxicos sino otros que por el momento son “sanos”, pero que con el agravamiento de la crisis se podrían acabar “deteriorando”.

Un sistema al borde del colapso


La decisión de intervenir en Bankia, como todas las medidas del gobierno del PP, es producto de una exigencia de la gran burguesía española e internacional, particularmente del sector financiero, a través del BCE y el FMI. Bankia llevaba en una situación de quiebra de facto desde hace mucho tiempo y esta situación amagaba con salir a la superficie de forma abrupta y arrastrar tras sí a todo el sistema financiero español e internacional. Los bancos españoles le deben a los franceses (incluyendo el sector privado no bancario) 248.000 millones de dólares, 202.000 millones a los alemanes y 140.000 millones a los británicos. Empresas españolas adeudan 97.000 millones de dólares a los bancos franceses y 79.000 millones a los británicos. La interconexión financiera es evidente.


El detonante, el accidente, lo que ha empujado el gobierno a actuar ahora parece que fue el retraso en la presentación del informe de la empresa auditora Deloitte. El desfalco entre el valor formal de Bankia y su valor real ya era demasiado voluminoso como para poder encubrirlo, la publicación del informe podría provocar movimientos fuera de control en los “mercados”, así que el gobierno decidió intervenir. Según el informe de Deloitte, el Banco Financiero y de Ahorro al que pertenece Bankia tenía contabilizado en su balance 12.000 millones de euros en acciones de esta última entidad, cuando su valor en Bolsa actualmente es de 2.000 millones. También tiene créditos concedidos en mora o de improbable recuperación por un valor de 31.000 millones, con tan sólo 8.300 aprovisionados.


Bankia, la punta del iceberg


Bankia es la punta de iceberg del desastre en el que está sumida toda la banca española. En todo caso, Bankia, de por sí, ya supone un 20% de todo el sistema financiero español y es la cuarta entidad en importancia, con 300.000 millones en activos contabilizados.


Según datos del propio Banco de España los activos problemáticos en toda la banca española ascienden a 184.000 millones de euros y según datos publicados en la prensa, 120.000 están sin provisionar. La tendencia es que los activos tóxicos siguen creciendo. Lo morosidad, que está a niveles históricos, no sólo afecta al sector inmobiliario, ya empieza a extenderse a los préstamos realizados a otros segmentos de la economía. El sector bancario español era una bomba de relojería e iba a estallar en cualquier momento. El factor fundamental es que la economía productiva sigue una profunda tendencia descendente. La crisis capitalista mundial, que es una crisis de sobreproducción, no ha tocado fondo y la economía española es uno de sus eslabones más débiles. Por eso, pese a brutal coste social de las medidas del PP para salvar el sistema financiero, no está en absoluto claro que vaya a conseguir estabilizarlo. El tamaño del boquete es tan grande, y crece a tal velocidad, que tarde o temprano es probable que sea necesaria una intervención concertada de la burguesía a escala europea e incluso mundial.

La factura hasta ahora: medio billón.

Por todo esta situación es evidente que las cantidades de inyección hechas públicas hasta ahora se van a quedar cortas. Y eso a pesar de las ingentes cantidades de dinero que se han inyectado desde el inicio de la crisis, que ya de por sí son un pesado lastre que amenaza con hundir a toda la sociedad.

Realmente Bankia es un “banco zombie” y, a pesar de las nauseabundas loas hacia Rato que se pueden leer en la prensa, que lo presenta como un “brillante gestor”, realmente este proyecto no hubiera podido sobrevivir ni un solo minuto sin el respaldo del dinero público. Además del mencionado préstamo del Frob por valor de 4.464 millones, entre Bankia, el BFA y las cajas que forman el grupo recibieron del Estado, en forma de avales, 35.500 millones de euros desde el año 2008 hasta hoy. Y ahora vendrá el nuevo plan de saneamiento público con nuevas y multimillonarias inyecciones anunciadas, con el fin de vender al banco al sector privado una vez vuelva a ser rentable.

Si analizamos el conjunto de la banca española la situación no es muy diferente. Hasta finales de 2011 el conjunto del sector financiero recibió un total de 115.046 millones de euros, entre avales y ayudas directas a cargo del Frob. Para el 2012 el gobierno de Rajoy aprobó una nueva línea de avales por importe de 100.000 millones de euros. A esto habría que sumar los 300.000 millones de euros de créditos concedidos por el BCE con un interés del 1% a 3 años. En total estamos hablando de 500.000 millones de ayuda pública, la mitad del PIB de la economía española.


Pero es que además, a eso habría que sumar, el dinero que el Estado entrega a la banca vía intereses de la deuda, una cantidad que ha aumentado año tras año durante la crisis. La mayoría de la deuda pública española está en manos de bancos españoles. Este año el Estado gastará en concepto de intereses de la deuda 30.000 millones, el 10% del total del gasto del Estado; a esto habría que sumar 4.600 millones de la deuda autonómica. El negocio de la especulación, pidiendo dinero al BCE al 1% y prestando al Estado al 5% es una de las fuentes más importantes de beneficios de la banca en el último periodo. Por esa vía Santander, BBVA, Caixabank, Popular, Sabadell, Banesto y Bankinter embolsaron 1.646 millones en el primer trimestre de este año.

Beneficios a mansalva, a pesar de la crisis


Por más increíble que parezca (pero así funciona el capitalismo), a pesar de la dependencia del dinero público que tiene la banca; a pesar de que ahora tiene que ser rescatada en una operación que llevará a la ruina a la mayoría de la sociedad si no lo impedimos; esta ha cosechado, durante la crisis, multimillonarios beneficios, repartiendo jugosos dividendos y costeando salarios y pensiones multimillonarias a unos cuantos directivos y “asesores”. En 2008 las cinco grandes entidades financieras españolas (Santander, BBVA, Caja Madrid, La Caixa y Banco Popular) tuvieron un beneficio neto conjunto de 18.000 millones de euros. En 2009 los bancos que operaban en España obtuvieron en conjunto 15.000 millones de beneficios. El beneficio neto de las cinco más importantes llegó a 14.940 millones de euros en 2010, ya en una situación de crisis brutal. Increíblemente, una semana antes de la nacionalización, Bankia presentaba beneficios por 40,9 millones.


Hace tan sólo dos años, ya en plena crisis capitalista, los banqueros españoles todavía se vanagloriaban de ser los “más rentables del mundo”, y efectivamente, para unos cuantos bolsillos lo eran. Según datos del Banco de Pagos Internacionales (BIS) de 2010 el beneficio antes de impuestos de las principales entidades financieras españolas fue el más alto de los países de economías avanzadas, en proporción a sus activos: más del doble del beneficio obtenido por los bancos en EEUU y más del cinco veces que los franceses.


En realidad los bancos han actuado como gigantescos motores de drenaje de dinero público, que ha sido canalizado hacia las cuentas corrientes secretas y cajas fuertes de las familias más pudientes del país. Estos señores gestores del dinero ajeno son los mismos que exigen ahora recortes sociales, presentándolos como “inevitables” y “necesarios” para sostenibilidad de las cuentas públicas, y nos advierten todos los días de que no podemos (nosotros los mortales, claro) vivir por encimas de nuestras posibilidades.


En defensa de una nacionalización al servicio de la mayoría


La crisis capitalista está subrayando el papel parasitario de la banca, dejando en evidencia que su "función social" como dinamizadora de la economía es una pura falacia. En realidad, la banca, en manos privadas, es un inquietante agujero negro que amenaza con engullir toda la riqueza creada por la sociedad.


En la prensa económica burguesa se alega continuamente, para justificar el continuo saqueo de las arcas públicas, que las grandes entidades son “demasiado grandes” para dejarlas caer. Lo que hay que decir es que los bancos y los sectores estratégicos de la economía son demasiado grandes, demasiado importantes socialmente, para que estén en manos privadas y operen en función de la obtención de beneficios individuales. Si esto ya era cierto en periodos de crecimiento, la actual crisis revalida esta idea de forma dramática.


¿Qué sentido tiene que la propiedad y los criterios de funcionamiento de estos bancos sigan siendo privados cuando no podrían sobrevivir ni un segundo sin las cantidades ingentes de dinero público que están recibiendo? El Estado avala los préstamos, garantiza los fondos, compra los activos que no valen nada, amplía capitales y paga intereses que constituyen una parte cada vez más importante de sus beneficios. Esa es la pura realidad. ¿Y qué hacen a cambio los "emprendedores" que están al frente de esto bancos? Poner el cazo. El negocio no puede ser más redondo y su inutilidad social más absoluta.



La primera medida que habría que tomar para que, efectivamente, la banca cumpliera la función de impulsar la creación de riqueza y de empleo, es su nacionalización, pero como ahora se ve con toda claridad eso es insuficiente. Hay que señalar con claridad cual es el fin que tiene esta nacionalización. Para la burguesía la nacionalización tiene la finalidad de socializar las pérdidas para luego privatizar. Por lo tanto estamos en contra de esta nacionalización burguesa, hecha con criterios capitalistas y pilotada por los mismos capitalistas responsables de la crisis.



Estamos a favor de la nacionalización con criterios y métodos totalmente distintos, que beneficie a la mayoría de la sociedad. Para ello, en primer lugar, hay que nacionalizar a todo el sistema financiero, no sólo su parte ruinosa. En segundo lugar esta nacionalización tiene que ser sin indemnización (salvo a los pequeños accionistas o casos de necesidad comprobada) y complementada con la expropiación de las grandes fortunas personales de los que se han enriquecido especulando en el boom inmobiliario, beneficiándose de los intereses de la deuda pública y con los salarios astronómicos autoasignados. En tercer lugar, el proceso debe ser controlado por abajo, por los trabajadores, para atajar directamente cualquier tipo de maniobra contable, fuga de capitales y corrupción allí donde se produzca. En cuarto lugar la nacionalización de la banca tendría que completarse, para poder impulsar la economía, el empleo y, en general, la prosperidad social, con la expropiación de las principales industrias y monopolios del país, muchos de los cuales ya eran públicos. Sólo así se podría evitar el caos y la anarquía destructiva inherente a la propiedad privada y al modo de producción capitalista. Es perfectamente posible que la economía se rija por un plan conciente y en beneficio de la mayoría.


Todas estas fuerzas productivas se podrían poner en marcha para garantizar un plan de inversiones públicas en equipamientos sociales en los barrios, en un sistema público de enseñanza y una sanidad de calidad, para desarrollar la industria, la agricultura y, cómo no, para facilitar el consumo y la inversión en pequeños negocios. Los pisos vacíos propiedad de los bancos se podrían utilizar con alquileres baratos y se resolvería de golpe el problema del acceso a la vivienda. ¿Qué problema habría, desde el punto de vista del funcionamiento de la economía, para llevar a cabo estas medidas? Ninguno, salvo que los banqueros se verían privados de sus insultantes beneficios. Inversiones "improductivas" desde el punto de vista del beneficio privado, no tienen por qué ser improductivas o inviables desde el punto de vista social.


La vigencia de las ideas marxistas


Nunca la percepción del papel parasitario de los capitalistas ha estado tan extendida socialmente. Nunca un programa verdaderamente socialista, la única solución frente a la crisis capitalista, ha tenido un potencial apoyo social tan extenso. De hecho, si los dirigentes del PSOE, IU, CCOO y UGT lo defendiesen, encontrarían un eco entusiasta e inmediato, y no sólo entre la clase trabajadora, sino entre amplios segmentos de las llamadas capas medias, también afectadas por la crisis capitalista.
Es en momentos históricos como los que estamos viviendo cuando mejor se comprende la idea de que el marxismo no es un compendio de ideas arbitrarias y utópicas sino la expresión consciente de las necesidades de la clase trabajadora, la única clase capaz de evitar la destrucción y la barbarie a la que el sistema capitalista empuja a toda la humanidad. Y como también dice el marxismo, por más profundas y catastróficas que sean las crisis capitalistas, es necesario el factor consciente, revolucionario y socialista, para que efectivamente esta crisis sea la última crisis capitalista, y podamos abrir paso a una nueva etapa histórica, sin clases, sin opresión y sin límites para las futuras generaciones. Esta es la tarea.

ORDI ROSICH.

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