6 de septiembre de 2011

CONVENCIÓN FEDERAL DE IZQUIERDA SOCIALISTA

El próximo fin de semana, los días 10-11 de septiembre, se va a celebrar en Madrid la Convención Federal de nuestra corriente. Vamos a publicar en estas páginas las aportaciones que se recogen en este Documento de Posiciones de IS-PSOE se ha elaborado como propuesta la Coordinadora Federal, teniendo en cuenta las diversas aportaciones realizadas por compañeros y compañeras de IS desde diferentes federaciones territoriales del partido. Es un documento de síntesis que, tras su enriquecimiento por la Convención, será presentado a la Conferencia Política del PSOE.


Hace 132 años nació el PSOE. Pablo Iglesias y el grupo de socialistas que crearon el partido señalaron como objetivos a alcanzar: "la emancipación de la clase trabajadora; la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes".

Aquel ideal, actualizado en el mundo de hoy a la luz de la experiencia y los nuevos
conocimientos, ha de seguir guiando nuestra acción. De esta convicción surgió hace 32 años la que hoy conocemos como corriente de opinión Izquierda Socialista del PSOE.


I. LA CRISIS GLOBAL

1.1. -Nueva crisis del sistema capitalista
La poderosa minoría que domina el mundo financiero, valiéndose de la desregulación de los mercados consentida y estimulad por los gobiernos democráticos, ha desencadenado la mayor crisis económico-financiera conocida desde la Gran Depresión de 1929. Sus efectos están siendo devastadores: la crisis de liquidez ha generado cierre de empresas, espectacular crecimiento del desempleo, aumento de las desigualdades sociales e incremento de la pobreza. El capitalismo de nuestros días, en su forma más agresiva y depredadora, el neoliberalismo, ha sido el causante de tanto desastre.

Increíblemente, las multimillonarias ayudas públicas utilizadas para impedir el
hundimiento del sistema financiero mundial y el colapso de la economía real, no han
servido para que los estados emprendieran las oportunas reformas que pudieran evitar en el futuro, desastres semejantes.

Esta crisis no es solo económico-financiera, sino medio-ambiental, social, política y, en definitiva, de valores o de civilización. Sin encontrar un nuevo paradigma que sustituya al ya viejo “productivismo” mediante el que durante décadas se ha buscado la prosperidad, será difícil vencerla. El binomio “crecimiento-bienestar” ha sido superado por la realidad. Necesitamos un nuevo modelo que no deprede los recursos del Planeta ni se sustente en la sistemática explotación de las personas, pues las consecuencias a la vista están.

Ya el 2007, algunas cifras de la economía mundial anunciaban que íbamos por el
mal camino. Baste citar algunos ejemplos significativos: una escandalosa concentración de los flujos del comercio internacional en los países más desarrollados, en detrimento de los más pobres e incluso de los emergentes; la enorme desproporción entre las transacciones financieras y las de bienes y servicios (superiores a 10:1 a favor de las primeras) provocando así ese enorme drenaje de recursos desde la economía productiva a la especulativa; el creciente descenso de las rentas salariales en la composición del PIB de los países desarrollados que contrastaba con el progresivo aumento de las del capital en dicha composición del producto bruto; o la escandalosa escalada de las cifras de la pobreza (según NN.UU. más de 985 millones de pobres), datos sin duda premonitores de la
eclosión producida en 2008.

La creciente desregulación de los mercados, basada en el falso principio de que
éstos se auto-regulaban alcanzando así automáticamente el equilibrio, junto al opaco
drenaje de recursos hacia los paraísos fiscales fruto del fraude y de la evasión fiscal, o
para refugiar en ellos los beneficios del negocio criminal, ha contribuido a que ésta
globalización neoliberal, haya desorbitado hasta el extremo la economía mundial, que en su
afán especulativo ha sido capaz de poner en peligro el ahorro de millones de ciudadanos al
canalizarlos hacia operaciones de altísimo riesgo. Priorizando la economía especulativa
sobre la productiva, se generaron burbujas insostenibles cuya eclosión resultó inevitable.
Ahora quedan las consecuencias para las actuales y las futuras generaciones.
La política democrática y socialista es la única capaz de sacarnos de esta insolidaria y
dañina “dictadura de los mercados”. Han de ser los poderes democráticos, quienes
impongan nuevas normas y refunden nuevos instrumentos (BM, OMC, FMI, NN.UU)
capaces de garantizar una gobernanza mundial puesta al servicio del desarrollo de los
pueblos, de la justa distribución de la riqueza y de la igualdad de oportunidades para todos
los países.
1.2.- La crisis de la socialdemocracia europea
La crisis de los últimos años ha mostrado claramente la debilidad política de la UE.
Las instituciones comunitarias y los gobiernos europeos no han sido capaces de articular
medidas para salir de ella. Ciertamente contaban con una moneda común, pero carecen de
una política económica y fiscal comunitaria, imprescindibles ambas para poder hacerle
frente. Además, con poca motivación para diseñar una política social y de equidad para los
ciudadanos y un notable desinterés por la democratización y la representatividad de las
Instituciones comunitarias.
La UE y los gobiernos europeos han sido incapaces de actuar sobre el sistema
financiero para facilitar la liquidez necesaria para que familias y empresas hubieran
contado con los recursos suficientes con los que estimular la economía real, bloqueada por
la escasez de crédito; al contrario, esta “sequía” financiera ha conseguido cierres
empresariales, millones de parados y el destrozo de buena parte de la económica real.
Los efímeros estímulos fiscales con los que los gobiernos europeos intentaron reactivar la
economía, junto al incremento del gasto exigido por la crítica situación social, disparó los
déficits presupuestarios que fueron cubiertos con más endeudamiento público, que en el
caso de las economías más débiles de la eurozona, ya con una excesiva deuda privada,
lesionó seriamente la imagen de solvencia de sus respectivos países.
Las tesis neoliberales, impuestas por los “mercados” y consentidas por los
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gobiernos han conseguido poner fin a los estímulos e impulsar durísimos ajustes para
cuadrar las cuentas públicas en apenas cuatro años. La reducción de los gastos sociales y
de inversión; la bajada de impuestos directos pero incrementando los indirectos y la
reducción de los salarios reales han sido las recetas adoptadas. Se trata de un ataque
directo del sistema financiero al estado del bienestar para garantizar así el cobro de sus
créditos, impulsando con ello un modelo profundamente injusto que solo persigue
incrementar la tasa de ganancia a costa del empobrecimiento de la población actual y la
venidera.
Este dominio de las ideas neoliberales de derechas no es casual. Durante decenios,
la socialdemocracia europea ha asumido buena parte de las tesis económicas del
neoliberalismo, de tal suerte, que en materia económica, la frontera entre izquierda y
derecha ha quedado muy diluida. Y ello ha tenido un efecto demoledor para las posiciones
progresistas tanto electoral como socialmente, ya que además de fomentar la abstención
está facilitando el predominio del pensamiento conservador.
Quizás hoy sea más fácilmente comprensible – a la vista de la situación en la que se
encuentra el proceso de construcción europea- que la caída del muro de Berlín –y que
acertadamente celebramos en su día – no era tanto el triunfo del capitalismo, sino más bien
el fracaso de un intento de construir el socialismo al margen de un verdadero sistema
democrático. Es posible que aquel fuera el gran momento de la socialdemocracia para
reivindicarse a sí misma como alternativa real al sistema que actualmente seguimos
padeciendo.
Hemos de articular un nuevo discurso beligerante con el capitalismo, con el
denominado neoliberalismo. Los históricos partidos socialistas o socialdemócratas
nacionales van a tener más dificultades en el futuro, si ello no ocurre, y serán las fuerzas,
hoy minoritarias a su izquierda, quienes lo intentarán sobre la base de afirmar que ya ha
pasado su tiempo. Se corre el riesgo de que la fuerza mayoritaria de la izquierda, la que
durante más de un siglo fue la abanderada de la modernidad, deje de serlo, abriendo una
amplia brecha por la que el dominio del pensamiento conservador de derechas puede
perdurar en el futuro.
Un pensamiento de derechas que sutilmente, en un escenario de grave desempleo e
incertidumbre económica, ha exacerbado los sentimientos nacionalistas y antieuropeos e
introducido sentimientos xenófobos y neofascistas en nuestros sistemas democráticos,
obteniendo importantes representaciones en los Parlamentos de algunos países de la Unión,
acelerando aún más si cabe, la derechización de Europa.
Como contrapunto de esperanza, cabría mencionar y saludar, el “nacimiento” de nuevos
intentos de avance por la izquierda en América latina, los llamados socialismos del siglo
XXI, donde distintas formaciones políticas de inspiración socialista, además de estar
sacando de la pobreza a millones de personas, han sido capaces, por el momento, de decir
no a las pretensiones de las instituciones más representativas del capitalismo, alumbrando
así un futuro prometedor y que desde Europa deberíamos observar con atención.
También, y desde la óptica democrática y de poder popular, hay que saludar y animar los
procesos de transición abiertos en los países árabes del Mediterráneo. La caída de algunas
de las dictaduras que contaban hasta hace poco con el apoyo de "occidente", y el poderoso
empuje ciudadano que recorre las dos riberas de nuestro mar son motivos para la esperanza.
Significan una vía distinta a la del "choque de civilizaciones" y las guerras preventivas que
han prevalecido las dos últimas décadas, abriendo las puertas de la libertad, la justicia y la
paz entre pueblos vecinos. Algunos países de la UE tendrán que seguir "descolonizando" su
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pensamiento y sus políticas para poder entender y acompañar las exigencias de los pueblos
mediterráneos.
1.3.- Reformismo social y neoliberalismo económico en los gobiernos de Zapatero
Afrontar la gran crisis que atravesamos, requiere algunas reflexiones sobre lo
realizado durante las dos ultimas legislaturas de gobiernos socialistas. Durante el primer
mandato del Presidente Zapatero, la economía española navegaba al pairo de la que después
ha resultado una engañosa ola de prosperidad. En ese marco impulsamos reformas en
materia de política social, que situaron a nuestro Gobierno en lugar destacadísimo en la
conquista por los derechos y libertades civiles.
En aquellos momentos las cuentas públicas mostraban un importante superávit, lo
que permitió adoptar medidas que incrementaron los gastos sociales, sin preocuparnos
demasiado por mejorar la débil estructura financiera publica de nuestro país. Las
necesidades de financiación crecieron a un ritmo muy superior al de nuestro PIB y eso
llevó a un endeudamiento de empresas y familias, difícil de digerir. Baste citar que entre
2003 y 2009 dicho endeudamiento crecía a un ritmo anual superior a más del doble de lo
que crecía nuestro PIB.
En ese escenario de insuficiencia financiera publica no fue prudente –además de
contradictorio con el pensamiento socialista- afirmar que “bajar los impuestos era de
izquierda”, sabiendo que nuestra presión fiscal estaba (y está) por debajo de la media de
los países del euro. Gran parte de ese endeudamiento se empleo en hinchar la burbuja
inmobiliaria, fomentando así un modelo de crecimiento en el que el peso de la construcción
subía en detrimento de nuestra industria y otros sectores productivos. Mientras en España el
sector industrial suponía algo más del 13% del PIB, en Francia superaba el 20% de su
producto bruto y en Alemania sobrepasaba el 30% del suyo. En consecuencia, nuestra
productividad quedaba bastante por debajo de la de la UE. Con esas premisas, nuestra
competitividad y capacidad exportadora en la economía globalizada, disminuiría como así
ha sido.
En ese contexto, ni era razonable aplazar el reconocimiento de la aparición de la
crisis -como lo hizo nuestro segundo gobierno a costa de cosechar una considerable
pérdida de credibilidad de la que hipócritamente se aprovecho el PP-, ni tampoco consentir
que la banca española mantuviera una política crediticia como la que ha practicado,
concediendo créditos con escasas garantías de solvencia y por montantes superiores al valor
de los bienes hipotecados., que no hacía más que concentrar recursos en una economía
especulativa cortoplacista, en lugar de fomentar la producción de bienes y servicios
avanzados de alto valor añadido y con mayor recorrido futuro.
Es inadmisible que el sector financiero siga insistiendo en la necesidad de aplicar reformas
que abaraten los costes salariales y restrinjan los gastos sociales, al tiempo que mantiene
casi cerrado el grifo del crédito y muestra sus reticencias a cualquier medida de regulación
que le afecte o que lo implique en políticas de solidaridad. Y es sabido que sin crédito se
complica la reactivación económica al enfriar la demanda efectiva, amortiguando con ello
el crecimiento y la creación de empleo.
Las “cumbres” europeas han exigido medidas de ajuste duro y el gobierno español
no las ha rechazado dada nuestra tremenda debilidad financiera. En esa situación, bien
podríamos haber defendido otra política, porque sin políticas de estímulo que fomenten
crecimiento, no solo no se sale del atolladero, sino que el estancamiento aún es mayor.
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El resultado final solo redundará en un aumento de la desigualdad social, una gran perdida
de bienestar y, sobre todo, seguir padeciendo altas tasas de desempleo.
Estamos viviendo la aplicación a escala nacional de las medidas impuestas por el
neoliberalismo global, sin haber articulado líneas de resistencia nacional e internacional.
Así, las medidas de ajuste aplicadas por presión de los mercados, han sido percibidas por
amplios sectores de la ciudadanía como injustas por suponer un reparto desequilibrado de
las cargas, perjudicial para quienes no han sido responsables de la crisis que padecemos.
Pero además, han fortalecido el predominio de las formaciones políticas de derecha y
extrema derecha en toda la UE y el mundo capitalista.
Estos días vemos cómo en España se confrontan abiertamente dos dinámicas
distintas. Una es la de un capitalismo en crisis, con consecuencias sociales devastadoras. La
otra es la dinámica de un sistema democrático con reconocidas insuficiencias y con
innegable crisis de la representación política, lo que origina desapego de la ciudadanía y, en
sentido inverso, demandas de nuevos cauces de participación democrática. Lo crítico de la
situación es que la lógica económica apunta en una dirección y la democrática, en otra.
Los mencionados vectores colisionan en la reforma de la Constitución que se
tramita estos días en las Cortes para introducir en aquélla el principio de estabilidad
presupuestaria y cláusulas relativas al control del déficit público. Esta propuesta,
fuertemente contaminado de la ideología neoliberal capitalista del mercado, exige además
que la reforma se haga con urgencia lejos de la demanda de un referéndum para que la
ciudadanía se pronuncie sobre ella. Precisamente esta reivindicación responde a una lógica
democrática que eleva el listón de las expectativas en cuanto al propio sistema.
Ésas lógicas contrapuestas, con ventaja para el capitalismo sobre la democracia, son las que
hacen que el gobierno socialista con su acuerdo con el PP para reformar la Constitución, se
haya visto atrapado en medio de la colisión entre ellas, trasladando los efectos negativos al
partido que lo sustenta y al parlamento.
1.4.- Construyendo alternativas
El sistema capitalista atraviesa hoy una de sus más graves crisis. Sabemos que las
crisis forman parte de su naturaleza, pero lo nuevo es que no estamos ante una fase más del
ciclo económico. Estamos ante una crisis sistémica que no ha escrito todavía las formas
políticas y sociales de su final, pero los está anticipando: más desigualdad, más violencia,
menos democracia, más injusticia.
En Europa los socialistas y socialdemócratas no han sabido reaccionar. Han sido las
fuerzas políticas derechistas, expresión de los poderes reales económicos, ideológicos y
mediáticos del sistema capitalista, las que han impuesto su narración, reinventándose en su
propia crisis para atacar con más agresividad las conquistas sociales que los sectores
populares alcanzaron tras decenios de lucha.
La dirección del PSOE y el gobierno socialista no han sido ajenos a esta falta de
respuesta. Hemos pasado de una primera etapa de gobierno en la que impulsamos políticas
progresistas en derechos ciudadanos a una segunda etapa donde se están aplicando duras
políticas neoliberales de ajuste. La falta de análisis y de previsión de lo que realmente
estaba pasando en el sistema económico y de poder nacional, europeo y mundial nos han
dejado inermes ante las políticas derechistas, los mercados financieros y los poderes de los
grupos de capital transnacional. Poderes estos que, más allá de los sistemas democráticos
que conocemos, están por encima de los Estados. De alguna manera, la claudicación en
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principios y valores de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, incluido el
PSOE, ante el neoliberalismo económico y sus dogmas, ha abierto el camino a que estos
últimos sean hoy día hegemónicos y que el conservadurismo político se imponga.
La contradicción entre el discurso político que veníamos sosteniendo y el
planteamiento de una dura política de ajuste, plasmada en decisiones con una fuerte
contestación social, ha erosionado la credibilidad política de los socialistas y la confianza
del electorado en el gobierno por tan desconcertante giro político. Es verdad que se han
tratado de salvar las políticas sociales, de defender logros de los trabajadores, pero la
asimetría entre medidas como recortes salariales a funcionarios, congelación de pensiones,
reforma laboral y del sistema de pensiones, y medidas como las encaminadas a reforzar el
sistema bancario han consolidado la imagen de un tratamiento muy desequilibrado entre
unas y otras.
La manera de gestionar la crisis ha desdibujado el proyecto socialista ante nuestra
base social. Los intentos de recuperar el diálogo social con los sindicatos mayoritarios, los
esfuerzos por mantener prestaciones por desempleo y políticas activas de empleo, el
empeño por llevar ciertas propuestas a organismos internacionales (erradicación de paraísos
fiscales, tasa por transferencias financieras, coordinación de políticas económicas en UE,
eurobonos, etc.), no han servido para generar la necesaria recuperación de nuestra
credibilidad.
A la percepción social acerca de un programa socialdemócrata que se desmoronaba,
después de las falsas ilusiones de recuperación de políticas keynesianas con los Planes E, se
añadía la progresiva conciencia de la ciudadanía sobre la impotencia de la política frente a
los poderes económicos del capitalismo financiero que controla los mercados. La
constatación de que de nuevo se imponían duras políticas neoliberales quebraba aún más la
pretensión de recuperar la fuerza de un proyecto progresista, debilitado por lo demás en el
conjunto de Europa.
Además, podemos decir que muchos de nuestros dirigentes y gobernantes han sido
contaminados por el liberalismo, por su discurso y lenguaje, tras haber realizado este una
larga labor de zapa y derribo del pensamiento y la practica de izquierdas. De tal manera
que, llegado el momento de la nueva gran crisis del sistema capitalista, con sus promesas de
crecimiento ilimitado rotas, el PSOE se ha visto sin herramientas ideológicas y de acción
política propias. Ello ha impedido reaccionar desde la izquierda con alternativas
socialmente asumibles y apoyadas.
Con ese telón de fondo, las elecciones autonómicas y municipales del pasado 22 de
Mayo arrojaron el peor de los escenarios posibles para el PSOE: la severa derrota que
hemos conocido y que obliga a iniciar cuanto antes un proceso de reconstrucción en serio
de nuestro proyecto político. A eso se suma el malestar ciudadano expresado a través del
llamado “Movimiento del 15M”, el cual, aglutinando ciudadanos de diversa procedencia,
manifiesta el rechazo a las políticas aplicadas frente a la crisis, el sometimiento a los
mercados, la devaluación de nuestra democracia, la crisis de la representación política y un
fuerte cuestionamiento de la política al uso, de los partidos y de los políticos. Un conjunto
heterogéneo de reivindicaciones emerge de ese movimiento ciudadano de insólita pujanza,
las cuales deben ser escuchadas, máxime cuando muchas de ellas también se habían venido
manifestando desde hace tiempo por diversas voces en el seno del PSOE, entre ellas por la
de la corriente de opinión Izquierda Socialista.
Izquierda Socialista, como corriente de opinión del PSOE, pone todo el acento en la
imprescindible recuperación del discurso socialista para sostener nuestro proyecto político
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y presentar con credibilidad nuestro programa ante la opinión pública, desarrollando a
través de todo ello una estrategia consistente de acción política.
Debemos acometer una recuperación ideológica del Partido. Es necesario recuperar
tanto algunas de nuestras tradicionales herramientas de análisis como nuestros tradicionales
valores y principios, para poder implementar políticas socialistas desde una posición real de
transformación de la realidad, de superación del capitalismo y de construcción del
socialismo.
No hay futuro sin socialismo y sin democracia. Es necesario ofrecer un programa
alternativo ante la actual realidad, un conjunto de propuestas que pese a la inmediatez del
calendario electoral, miren más allá, y puedan servir de base para la puesta en marcha de
procesos de avance, que permitan reencontrarnos con nuestra propia identidad y con la
posibilidad real de cambio y de superación de las injusticias del capitalismo.
Es fundamental construir una salida socialista de la crisis, cambiar el rumbo de Europa,
construir otra política económica por la izquierda que tienda hacia la democracia
económica y garantizar y ampliar el Estado del Bienestar con los parámetros
transformadores de nuestra época.
En esa perspectiva, en el actual contexto de partido único de la derecha y a la
ofensiva, conviene impulsar el dialogo y colaboración con todas las fuerzas progresistas de
izquierda para encontrar espacios de apoyo y colaboración. Este impulso se debe extender
también al ámbito europeo y mundial para hacer posible la regeneración del socialismo
democrático y hacer posible que este pueda impregnar con su acción las políticas de las
instituciones europeas e internacionales.

(Mañana publicaremos otro extracto titulado: II. SALIR DE LA CRISIS GLOBAL POR LA IZQUIERDA).

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