27 de enero de 2010

P.S.O.E., aún es posible.

LA encuesta socio-electoral que días atrás publicó IESA sobre Andalucía no deja lugar a dudas. La ciudadanía de nuestra tierra anhela un nuevo impulso político, castigando al PSOE, que ostenta el poder desde el inicio de la autonomía, mientras saca a flote con enormes reticencias al PP.

Su lectura debe motivar una preocupación y debate en el PSOE. Las primeras reacciones no han ido por ahí, han sido de tibiezas, achacándola a una cuestión interpretativa o centrada en una deficiente comunicación de sus políticas. Es más, el inmediato conflicto político surgido entre alcaldes socialistas de la FAMP y el Gobierno andaluz parece olvidar que el PP les pisa los talones. Y esta vez, por todos los datos extraídos de la vida cotidiana y de la encuesta, la cosa puede ir en serio.

Ante esta adversidad, hay dos reacciones posibles: o se coge el toro por los cuernos, o se aguanta el chaparrón con el iluso de que pase la crisis económica, culpable de todo este terremoto electoral, hasta que, parafraseando la mariana de José Meneses, las agüitas vuelvan a su cauce y los números tradicionales de las encuestas a sus casillas.

Hacer pasar este tiempo puede dar a entender que el PSOE se instala en la derrota y espera, en última instancia, que si los nuevos datos económicos no aparecen y, por tanto, no ayudan al retorno de los votos al punto de origen socialista, sea la coalición con IU quien, en última instancia, imposibilite la llegada de los arenas bocanegras al poder andaluz. Y después de las elecciones, con un partido sangrado de votos surgirían: estéril autocrítica, crisis y renovación de discurso y dirección.

Por el contrario, invertir la actual tendencia tan sólo contraería riesgos para particulares status quos internos, pero no para el conjunto del PSOE y su conexión con las exigencias de nuestra sociedad. Solucionado, los socialistas estarían en condiciones de decirles, cara a cara, a la ciudadanía andaluza lo siguiente: comprendimos vuestro toque de atención, os hemos hecho caso, aplicamos los deberes y ahora os pedimos de nuevo el voto, primero por el innovado proyecto político de futuro y de organización regenerada que encarnamos; segundo, porque no tenemos color frente a la marcha atrás de un hipotético gobierno cavernícola del PP, anclado en la política económica que fue el origen de la actual crisis, y que a diario nos llega con el insulto a nuestra inteligencia, cuando no en el encubrimiento de la corrupción de los suyos. No es la hora del silencio, sino de hacer públicas propuestas para ser cómplice con el elector socialista que en estos momentos anda de lo más confuso.

Y ello significa desear cuanto antes que en el PSOE de Andalucía se produzca el traspaso de poderes a José Antonio Griñán, como líder único y nítido del cambio que, según se explicita en la encuesta, desean los andaluces. A nivel de Málaga, obliga a que se genere un revulsivo en la organización y se regeneren sus puntos deficitarios, poniendo en pie la ética como principio primordial. Acabar pues con el clientelismo, la acumulación de cargos orgánicos, institucionales y salariales, la confusión partido/institución y las prácticas políticas -sobre el urbanismo o el transfuguismo- más propias del PP. Hacer desaparecer, de igual modo, la mediocridad generada y acomplejada que se extiende en demasiadas parcelas, la supeditación de la militancia al poder orgánico por un empleo público o cargo en las instituciones y la no responsabilidad en el rendimiento de sus activos. Por el contrario, incardinar el PSOE en el tejido societario con la presencia permanente y movilizada en todos sus foros, con tareas por objetivos, recibiendo el pulso de las gentes, estando encima de sus problemas para las soluciones, a la vez que corrige su actual composición orgánica no acorde con los sectores sociales de progreso a representar, liderado por los mejores, insertados laboral y profesionalmente en la sociedad y con reconocimiento público.

Todo esto que especifico obliga a la apertura de las sedes del PSOE y al trabajo que en ellas se realiza, con la entrada de nuevos afiliados que trabajen -sin medrar por cargos o colocaciones laborales- unidos a los recursos humanos y materiales que se hallan despilfarrados. En resumen, que el PSOE salga del letargo y se coma la calle y la opinión pública, transmitiendo a la ciudadanía honestidad, confianza, seguridad, coherencia, profesionalidad y eficacia en la gestión, sobre un proyecto renovado, transformador y participativo, de presente y futuro que dé salida a la actual crisis económica -sin olvido de que este golpe a los trabajadoras lo está siendo también para capas medias y pequeños empresarios- e ilusione al cuerpo electoral.

Un PSOE, con su maquinaria afinadamente engrasada, que, ante el próximo y trascendental desafío electoral, revolucione las listas municipales donde han de figurar los más idóneos (liderazgo, mérito, capacidad y especialización) y no las secuelas de los conspirativos equilibrios orgánicos, que cuente con un comité ético que vigile la gestión y sea expedito con los desaprensivos o ineficaces, un reglamento salarial que evite los escándalos y un acelerado calendario que no sea otro que el de ganar; sin ridículas señales de humos que vayan haciendo por fases el conocimiento de las patitas de sus cabezas de listas, ni desdeñando el alcance del evento.

En 1995, el PSOE perdió las alcaldías de Málaga, Vélez, Benalmádena, Estepona, Rincón, Fuengirola, Nerja... Meses después llegó Aznar a la Moncloa. La historia está para aprender, por eso aún es posible que ganen los socialistas.

Escrito por Ignacio Trillo.
Economista.

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