30 de noviembre de 2009

El resurgir del Movimiento Obrero.-

Hemos asistido en estos últimos años a una orgía de beneficios por parte de los grandes empresarios, con un reparto en almoneda de las empresas insignias del Estado, las que obtenían mejores beneficios, que se las han repartido entre unos cuantos cientos de burgueses, propiciados por la política privatizadora de los liberales de los gobiernos de turno.


En el otro polo hemos visto que todos los sectores de las clases laboriosas han perdido poder adquisitivo, y si la masa salarial global ha sido mantenida fue a costa de un incremento desaforado de las horas extras y de un aumento de los puestos de trabajos precarios.


Este período anterior puede ser caracterizado como de semirreacción.
En el momento actual, agotada la fase económica expansionista, esto ha empezado a cambiar. Se nos abre un nuevo escenario de perspectivas de cambios que se vislumbra ya de manera palpable. No es el producto de unos deseos utópicos, como dicen algunos, sino que coinciden con el análisis de los estrategas más inteligentes del capital, que frecuentemente llegan a conclusiones en las que afirman que las crisis van a ser cada vez más profundas, debido a las contradicciones insalvables del capitalismo, la profundización de la brecha entre ricos y pobres, en lo que se ha dado en llamar eufemísticamente “dialéctica Norte-Sur” y que esconde la realidad de lucha por los beneficios entre países ricos contra países pobres, entre las masas hambrientas del mundo y un puñado de multinacionales. Hemos entrado de lleno en la fase del imperialismo multinacional de rapiña.


La crisis que se avecina va a destruir de nuevo el mito cíclico que se ha dado en llamar modelo de la “globalización”, de una ola expansiva permanente donde existiría un aumento constante y automático de los niveles de vida de los trabajadores. Ese rosario de promesas incumplidas ha resultado totalmente falso. Otra vez más, la clase obrera se verá obligada a afrontar la cruda realidad de la crisis pasando a la acción, luchando por la supervivencia y por conservar el poder de compra de los salarios y los puestos de trabajo, que se verán amenazados. No es una cuestión de mala voluntad de los capitalistas, a los que no les interesan estos problemas, sino que es un producto de la crisis orgánica de un sistema que se basa en la explotación del trabajador, acumulando riquezas en un polo y empobreciendo a la mayoría cuando la crisis golpea de lleno, viniéndose abajo las tasas de ganancias empresariales y derrumbándose las bolsas como un castillo de naipes.


En esa vorágine viciosa de capitalismo mafioso, de economía de casino, de “globalización salvaje” (tan explosivamente combatida y contestada por cientos de miles de personas en las calles de Seattle, Praga, Génova o Barcelona), las burbujas financieras estallan en mil pedazos, arrastrando a la miseria a miles de pequeños ahorradores que ven la estafa colosal a la que han sido sometidos por la avaricia del modelo económico imperante dominado por unas cuantas multinacionales a las que para mantener su tasa de beneficios no les importa destruir miles de puestos de trabajo y arruinar a la clase obrera.


Esta es la barbarie a la que está arrastrando este podrido sistema a la humanidad, con millones de niños sin comida, el auge de la trata de blancas, la explotación infantil, el incremento del consumo de drogas y de la delincuencia, paro masivo en muchísimos países, las oleadas de inmigrantes buscando ese paraíso que les muestran los programas de televisión y que luego se dan de bruces con la cruda realidad de la explotación clandestina, viviendo en las calles, sin trabajo o trabajando de sol a sol sin los derechos laborales mínimos, por un salario de miseria, sin derecho a vivienda digna y sin que el sistema les reconozca el derecho a ser persona, pues los “sin papeles” no existen para el Estado.


Esta realidad nos hará sorprendernos cuando veamos cientos de sucesos similares a lo Argentina, Ecuador y otros estallidos sociales muy importantes, pues la “necesidad se expresa a través del accidente”, existiendo un malestar que se generaliza cada vez más entre amplias capas de la sociedad, contra ese modelo de “capitalismo salvaje” que consiste en la práctica de la rapiña, concentrando la riqueza en la cúspide y sin que nunca llegue a la base.


Todos estos problemas y el cambio de ciclo nos indican que se ha iniciado un repunte en el incremento de las luchas del movimiento obrero, que empieza a reclamar su parte de las ganancias obtenidas. Con la débil postura de las direcciones sindicales, debido a la táctica errónea y desmovilizadora del pacto por el pacto, sin presionar desde la base, y por tanto sin arrancar grandes conquistas para la clase obrera, ésta ha dejado notar en este reflujo su sentimiento de impotencia, escepticismo y apatía que ha estado bastante generalizado en el último período.


Las posibilidades del auge económico de los años anteriores, ha venido favoreciendo salidas a ciertas capas de jóvenes y trabajadores, que aunque con mucha precariedad, soportando de mala gana los “contratos basura”, han ido tirando, favoreciendo esto la situación de paz social reinante.


El cambio de tendencia económica, con negros nubarrones cerniéndose sobre todas las bolsas mundiales, que presagian o casi confirman una ralentización del crecimiento económico o una nueva recesión económica, obligará a los empresarios, debido a la caída de su tasa de ganancias, a profundizar en los ataques a las condiciones de vida y de trabajo de las masas. Asistiremos a un repunte del paro y la conflictividad social.


Esta situación, más tarde o más temprano, va a provocar un cambio en la psicología del movimiento obrero, que podría espolear un incremento de la lucha en el terreno sindical, pasando de la apatía y de la dejadez a la actividad sindical e incluso política.


Los dirigentes sindicales, si no actúan con inteligencia y les coge desprevenidos, se verán en un compromiso, obligándoles la situación a girar a la izquierda, o serán sobrepasados por los acontecimientos. Si en un momento dado no sirven para satisfacer las necesidades reivindicativas que exigirán los trabajadores, serían sustituidos por otros más a la izquierda. Se podría dar el caso de indisciplina sindical, con el fortalecimiento de las incipientes corrientes críticas que están surgiendo cada vez con más fuerza en el seno de los sindicatos y partidos obreros.


Estamos viviendo el período de transición desde un auge económico
relativamente prolongado a una nueva recesión que se avecina a pasos agigantados. Esto (aunque quizás no de forma automática) va a producir efectos en la lucha entre las clases, puede generar un incremento de la conflictividad laboral y de las huelgas. (…)


El aumento de las horas perdidas por huelgas es un barómetro que expresa la elevación de la presión social y refleja el incremento de la confrontación de clase: obreros y patronos se ponen frente a frente. Normalmente la toma de conciencia camina por detrás de las llamadas condiciones objetivas, de la realidad, excepto cuando se producen situaciones anómalas, de fuertes luchas y convulsiones sociales. Entonces se puede producir un salto cualitativo, y la conciencia se pone al nivel de las condiciones objetivas. El factor subjetivo y el factor objetivo se igualan a un mismo nivel; entonces la lucha de clases se hace irresistible para cualquier sistema, que recurre a la represión, que en vez de aplacar las luchas, las espolea y despierta a la acción a nuevas capas de luchadores.


La actual percepción de los trabajadores de que “España iba bien” —o sea, de que los empresarios se están forrando a su costa, que se tienen que apretar una y mil veces el cinturón— puede, por inercia, seguir prevaleciendo cuando cambie la coyuntura económica (estamos en el proceso de inflexión, que no se sabe cuanto puede durar), provocando que rechacen cualquier medida de recorte salarial o condiciones laborales que se les pretendan aplicar, lo que hará saltar más fácilmente la lucha sindical.


Aunque gobierno y patronal prefieren un “aterrizaje suave”, no se puede descartar una brusca caída económica, que si se diera podría tener consecuencias graves: el paro se dispararía y, aunque momentáneamente podría noquear al movimiento obrero, luego lo espolearía y endurecería las luchas. La clase obrera podría entrar en un período de agitación similar al de 1976/77 pero a un nivel superior, con más experiencias, más fortaleza, más libertad, más organización y más necesidades, pues los trabajadores se han endeudado hasta las cejas en el último período, con compras de viviendas y artículos de consumo a 25 y 30 años, habiendo hipotecado su futuro al límite de la capacidad de su vida laboral.


La perspectiva, por primera vez en la historia, de una recesión mundial sincronizada en los tres grandes polos del capitalismo (Japón, Europa y Estados Unidos) hará que se profundice la crisis económica, política y social. En países intermedios como España, que tienen una gran vulnerabilidad financiera debido a su atraso histórico, en situación de recesión los capitales pueden huir rápidamente a refugios más seguros, con efectos devastadores en la economía real.


El liberalismo se haría entonces totalmente inviable y los gobiernos intentarían el proteccionismo. Esto podría desarrollar tendencias nacionalistas que reivindicaran la autarquía lo que sería, como ir de
Guatemala a Guatepeor. La clase obrera buscará una vez y otra tomar el control de la situación, empujando a sus direcciones hacia la izquierda, exigiendo un gobierno de la izquierda que favorezca los intereses de los trabajadores.


El movimiento obrero resurgirá con fuerza. Las luchas de la Transición serán pálidos reflejos de lo que acontecerá. Este proceso quizás no se dé en unos meses, lo mismo puede tardar algunos años, o puede producirse en un momento dado, pues, como decía Engels, “hay épocas históricas en las que parece no ocurrir nada en 20 años, y otras en las que parece que ocurre todo en 20 días”. Una vez más, desmintiendo a todos los agoreros que han venido pregonando el fin de la historia y la desaparición de la clase obrera como clase en sí y clase para sí —la entierran sobre el papel una y otra vez, de acuerdo con sus deseos, pero prematuramente—, el espíritu de lucha y sacrificio de las masas resurgirá de sus cenizas como el ave Fénix, y todos esos oportunistas, trepas, acólitos serviles y corruptos del gran capital se verán sorprendidos. Se asustarán de lo que la clase obrera puede realizar
cuando se pone en movimiento, si encuentra una dirección honrada y correcta que esté a la altura de las circunstancias. Y los responsables serán ellos, y solamente ellos, por su corrupción, sus injusticias y sus abusos de poder.


La clase obrera intentará una y otra vez transformar la situación y luchará una y mil veces en la búsqueda del camino que necesita recorrer para construir una nueva sociedad de personas realmente libres, solidarias e iguales. Una nueva sociedad que termine de una vez con la explotación del hombre por el hombre y con las desigualdades, hambrunas, guerras y agresiones ecológicas continuas que están destruyendo la naturaleza y condenan a la miseria a más de dos tercios de la humanidad, en el nombre de la “globalización” y el “libre mercado”.


Una nueva sociedad que termine de una vez con las lacras generadas por este injusto sistema de reparto que se llama capitalismo e instaure un sistema de democracia obrera, donde se gobierne a favor de los trabajadores, que somos la inmensa mayoría de la sociedad, implantándose una verdadera “democracia económica, social y política”, la democracia de los trabajadores, para que acabe la prehistoria de la humanidad y empiece realmente la verdadera Historia, donde la inteligencia, la economía, la robótica y las nuevas tecnologías aplicadas a los medios de producción estén al servicio de la Humanidad, y no de unos cientos de familias muy poderosas que no han sido elegidas por nadie, lo que es totalmente antidemocrático.


Es preciso continuar luchando por esa nueva sociedad de personas “libres, justas, iguales, honradas e inteligentes” basada en una economía socializada y planificada, una nueva sociedad por la que un puñado de trabajadores empezaron a luchar hace tiempo y que debe seguir siendo la aspiración natural de cualquiera que se considere digno de pertenecer al género humano y que honestamente quiera avanzar hacia la superación de esta sociedad de clases mediante la constitución de una Federación Socialista Mundial.

Fuente: Extracto del Libro “REBELIÓN OBRERA EN TEJAS Y LADRILLOS” escrito en 1995 por José Martín Rodríguez
Fundación Federico Engels
Telf: 91 428 38 70
http://www.engels.org
fundacion_federico@engels.org

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